La calle del Faisà es una de las primeras que te encuentras al entrar al pueblo de Jesús. Tiene un recorrido de 400 metros de longitud que comienzan en la carretera general del pueblo y desemboca al final del pueblo en una glorieta en la que se encuentran otras cuatro calles.
Esta vía alberga muchos comercios, desde conocidos bares y restaurantes, hasta una clínica veterinaria, la Unidad Básica de Salud del pueblo, un centro de estética e incluso una parte del Centro Cultural, por este motivo es un lugar de tránsito fluido. La mayoría de personas se concentran por las mañanas en los bares Bon Lloc y Barbarey, ambos hacen esquina con la carretera principal, y por ambos lados tienen entrada y terrazas. Dos señores que suelen desayunar en este lugar debido a su amistad con el dueño de ellos son Simone y Giuseppe, a ambos les encanta este pueblo, que definen como tranquilo y familiar. «Jesús tiene un nombre fantástico», empieza Simone, asegurando que es uno de los primeros encantos que este asentamiento tiene. «Este barrio y esta calle son muy especiales, lo que más me gusta seguramente es que encuentras las mismas cosas que en mi casa, en Venecia. Un chao, un buenos días o poder ir a la farmacia y que me digan directamente que me está pasando, son tradiciones y costumbres que en muchos lugares se pierden, pero aquí no», asegura este forastero. Por su parte, su amigo coincide con esta idea, e incluso vaticina que tiene una empresa en otra localidad pero últimamente ha pensado en trasladar a estas calles. En contraposición, uno de los vecinos llamado Niek piensa que «los restaurantes de aqui están mal ubicados porque no pasa nadie por aquí, yo paso por aquí solamente para aparcar» y Adrián, otro joven que nació allí afirma que solo pasa para comprar el pan.
Centro cultural
Pero no siempre ha sido así, explica Emilio remontándose 63 años atrás: «Cuando yo llegué por primera vez estaba ya el Bon Lloc y la tienda, siguiendo la carretera yendo para Talamanca había una casa payesa y esto era todo campo, hasta por allá arriba, que sembraban todo y no había más que eso. Bueno aunque la farmacia y la Iglesia de allí enfrente también estaba».
La calle también con una notaría en la que Susana es dependienta y coincide con Mateo, un taxista, en que es «muy animada, con un paso de gente muy frecuente, aunque en verano mucho más». De esta empresa tienen muy buenos recuerdos el matrimonio conformado por Victoria y Puccio ya que fue donde firmaron la compra de su hogar en Santa Gertrudis. «Tenemos tres hijos pequeños y cuando firmamos el contrato en la notaría para conformar nuestro hogar nos cambió, se puede decir nos la cambió esta calle». Además, ahora andan por ella porque sus hijos van a exponer sus actuaciones de Navidad en el centro cultural. Así mismo es conocida su clínica veterinaria por ser «una de las mejores de la isla», asegura Andrea, quien acude con su perro que acaba de pasar por una operación.
En este lugar hay mucho movimiento y obras continuamente, razón por la que muchos de los trabajadores pasan las mañanas en los bares de allí. Es el caso de Antonio y Juan, quienes están de «casualidad» tomando un cafecito al sol y valoran «la tranquilidad de las mañanas» aquí. Al igual que Alfonso, quien trabaja para el vertedero de Ca ca Putxa, que aunque esté un poco más alejado sigue perteneciendo al pueblo. Él afirma que le encanta esta zona sobretodo porque «hay mujeres muy guapas», y por «lo bien que se come en el Bon Lloc, con su chimenea que te calienta y todo». David, no trabaja por aquí pero también cae bajo el encanto de este restaurante y por lo fácil que es aparcar: «Es una que me queda cómoda, es muy tranquila y no cuesta mucho aparcar, por eso vengo con el coche sin problema aunque viva muy cerca… es que es un pueblo limpio y con gente amable, lo tiene todo». No se ha querido quedar sin lanzar un mensaje muy importante para él: «Pero sin duda la iglesia es lo más bonito que hay, con su retablo y su gran párroco José Martínez Franco».