El Ayuntamiento de Eivissa procedió durante la jornada de este miércoles coloca los gálibos en el aparcamiento de sa Joveria tras la notificación el pasado lunes 13 de mayo a los ciudadanos que allí tienen aparcadas caravanas y remolques.
El gálibo impide el paso a aquellos vehículos que midan más de 2,1 metros de alto. En la circular informaban que de no retirar los vehículos antes del día 17 sería una grúa municipal la que se encargaría de ello.
Dueños de los vehículos estacionados insisten que no tienen a donde ir y que llevan tiempo allí «sin molestar a nadie». De momento algunos deciden quedarse en el lugar y explican que les han asegurado que cuando quieran sacar un vehículo para no volver a entrar acudirá alguien del Ayuntamiento de Eivissa acompañado de la Policía, quitarán el gálibo y lo volverán a poner.
Los moradores de sa Joveria piden que se les de una opción, un lugar a donde ir, aunque lo tengan que pagar, pues no saben dónde ir «Aquí no molestamos a nadie; nosotros estamos sobreviviendo», explicaron ayer a este rotativo. Precisaron, además, que nunca han generado problemas, ni ha tenido que ir la policía.
«Yo de aquí no me voy», sentenció María , que lleva viviendo aquí 30 años. Esta señora, que es madre y abuela, cuenta que por primera vez en su vida ha tenido que dejar su trabajo este pasado fin de semana. Lo hizo por la manera en que afectaba a su salud el no saber si cuando llegara a su caravana no iba a estar allí y se iba a ver viviendo en la calle. «Me siento sin vida, no tengo ganas de nada», apuntó.
«A mí, de hecho, me mando aquí un policía y ahora nos sacan», aseguró otro de los afectados que pernoctaba antes frente del Recinto Ferial. Es un trabajador que prefiere mantener el anonimato, está separado y tiene una hija menor de edad, razón por la que se queda a «malvivir» en la isla y no usa la casa en propiedad que tiene en Valencia. Otra realidad, con peores condiciones, es la de dos inmigrantes ilegales a la espera de acceder a los papeles. Vienen de Argentina y Colombia, uno está tramitando el asilo político, el otro sigue esperando la ciudadanía. «Esto es lo peor que me ha pasado en la vida, yo ya dormí dos meses en la calle y nunca lo hubiera imaginado», aseguró uno de ellos. «Es muy duro, uno no imaginaba que iba a pasar todo esto; quizás nuestro país está peor, pero aquí tampoco es fácil. Nosotros venimos a aportar al país, no estamos recibiendo ninguna ayuda del estado ni la pedimos y yo creo que en el supermercado y en las compras que hacemos estamos pagando impuestos», concluyeron.
Mientras tanto, una trabajadora de la zona, no afectada, piensa en las condiciones de los expulsados: «Igual que en la Península hay lugares adecuados con sus duchas, con sus cuartos de baño y algo digno, deberían hacerlo aquí. Porque seguro que estas personas si tuvieran la opción de vivir en una casa no vivirían aquí y que la gente se replantee si les gustaría que sus hijos vivieran así». Ella lanzó la idea de que con el dinero que se recauda con la zona azul, «que no se sabe a dónde va a parar», se destine a terrenos para esa gente que trabaja aquí y no tiene donde colocar su caravana o remolque.
Cabe recordar que la colocación de los gálibos representa el siguiente paso de «la reorganización de los aparcamientos» disuasorios de la ciudad. La segunda fase culmina en sa Joveria.