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Gente de Ibiza

«Mis amigos lo han sido toda la vida y siempre han estado ahí»

Miguel Tur ‘Miguelín' se dedicó durante décadas a la construcción

‘Miguelín’ en el bar de su amigo Toni en Can Negre. | Toni Planells

| Ibiza |

Miguel Tur Miguelín, (Cas Ferró, Vila, 1955) dedicó su vida laboral a la construcción. Un oficio que heredó de su padre y que interrumpió una enfermedad que le dejó sin vista. Más allá de su vida laboral, las aficiones de Miguelín, las carreras de trotones y la colombofilia, han sido unas de las notas de peso en su biografía junto a sus amigos de siempre en Can Negre.

—¿Dónde nació usted?

—Nací en Cas Ferró, al lado de donde está Gesa, como mis dos hermanas, Cristina y Margarita. Sin embargo, cuando solo tenía tres años nos mudamos a Can Negre, de donde era mi madre, Margalida.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—Mi padre, Miquel d'en Fluxà, era maestro de obras. Muchas veces me llevaba con él a recorrer obras para marcar a los trabajadores lo que tenían que hacer.

—¿Qué recuerdos guarda de su infancia en Can Negre?

—Apenas éramos unos cuantos chavales en el barrio y siempre estábamos jugando a fútbol. Estaban Paco y Ricardo, que eran un poco mayores que yo, muchas veces también venía a jugar con nosotros Toni Frígoles, que jugaba descalzo. Como se dedicaba a la alfarería tenía un buen callo en los pies a base de darle al torno. Nos apuntamos al equipo de fútbol de Puig d'en Valls. En la ‘colla' de amigos que íbamos siempre juntos estaba Vicent Bufí, Xiquet d'en Brava, Francisco Serra de Can Palau o Joan d'Es Gorg. Estábamos siempre liados con los caballos, Vicent tenía el hipódromo de Can Bufí. Hacíamos peñas para comprar un caballo y, si ganaba algún premio, nos lo gastábamos en una buena comida. Nuestro caballo era ‘Tanguirón Royal' y lo llevaba Juanito Planes. Nos dio muchas comidas y muchas cenas [ríe]. Había mucha afición a las carreras de caballos desde que yo era pequeño, cuando corría Xicu Burgus, Vicent Pujol o Joan Mayol con Umbela.

—Fútbol, hípica… una juventud de lo más rica en cuanto a actividades.

—Además también era colomista: criaba palomas mensajeras. El primer palomar me lo construyó Ricardo cuando yo solo tenía siete u ocho años. En esa época su cuñado, Claudio, que era muy aficionado a las palomas, festejava con su hermana Josita y me consiguió una pareja de palomas. Desde entonces fui colombófilo durante muchos años, con 14 años me hice socio de la sociedad ‘La Ibicenca'. También había mucha más afición de la que hay ahora. De hecho, los días que había suelta de palomas, era más importante que las carreras de caballos. Me quedaba en el palomar esperándolas durante horas con el reloj preparado para marcar la hora. También viajábamos nosotros, como por ejemplo a los ‘derbies' de Vinaroz, donde íbamos con la lancha de Lluís Planells. Una vez nos pilló tan mal tiempo que tuvimos que volver en avión [ríe], creíamos que no íbamos a llegar.

—¿Estudió?

—Fui al colegio, claro. Cuando acabé en Sa Graduada, con 14 años, mi padre me dio a elegir entre estudiar o trabajar. No era especialmente bueno en los estudios y me puse a trabajar con él. Durante esos años la construcción era muy distinta a como es ahora. En la mayoría de los sitios donde íbamos a trabajar no había ni electricidad. Se hacía todo a base de poleas y brazos. No fue hasta más adelante cuando mi padre compró una hormigonera de gasoil, ¡que no veas lo que costaba encenderla en invierno! También había muchos más sustos de los que hay ahora.

—¿Se dedicó siempre a la construcción?

—Sí. Hasta que cumplí 40 años y empecé a perder la vista por una ‘retinosis pigmentaria' . Esto va poco a poco. No te das cuenta hasta que se dan cuenta los demás. Al principio fue un poco duro, pero ahora lo tengo más que asumido. Cuando empezó todo fui a muchos médicos, de la Península y del extranjero, y ninguno me acababa de decir las cosas claras. Llegué a plantearme ir a un barco ruso que había y que decían que hacían operaciones de ‘retinosis'. También hablaban de que lo hacían en Cuba, pero algunos conocidos que fueron no lograron nada. Hasta hace unos 15 años podía cruzar la carretera sin problema. Ahora cuento, como siempre, con la ayuda de mis amigos. Estoy agradecido de tener muchos amigos. Mis amigos lo han sido toda la vida y siempre han estado ahí (se emociona).

—¿A qué se dedica en su día a día?

—Hace 20 años me casé con Helena y todavía nos seguimos aguantando [ríe[. En el día a día, siempre voy de aquí para allá: cuando no tengo una comida con los amigos, tengo una cena con los familiares. No paro. Tampoco me pierdo una jornada de caza de conejos con los amigos. Me apunto a comer, no a cazar, claro [ríe].

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