En el programa de la TEF, Bona Nit Entrevistes con Toni Ruiz, ha sido «la invitada más joven, pero no la de menos talento». Helher Escribano, cineasta y directora de Ibicine, repasa su trayectoria e importantes aspectos sobre el séptimo arte.
—En alguna ocasión, su juventud le ha causado algún problema.
—Es verdad. Alguna gente, cuando cumple años, dice que es algo que no le gusta y le da cosa, pero yo les digo que, cuando cumplo años, la gente confía más en mí. Al final, tiene sentido porque cuando te haces mayor tienes más recorrido, pero yo creo que cuando eres joven tienes la fuerza y las ganas de hacer muchas cosas y puede que, cuando vas envejeciendo, no pierdes las ganas, pero te vas dando más de bruces con la realidad. Algún pequeño traspiés cuando empezaba con el festival sí he tenido. Iba tocando puertas e iba con mi padre, que es el escultor creador de las estatuillas, y normalmente los empresarios le hablaban a él.
—Usted es directora del Festival Ibicine y acumula numerosas nominaciones, premios de relevancia y, sobre todo, lo que hace es explicar historias.
—Sí, al final es el séptimo arte y lo más bonito del cine es poder trasladar historias a través de la pantalla a los espectadores y poder llegar a la gente. Con el festival, lo que hacemos es enseñar estas historias y lo más bonito es ver lo que generan en el público. Como directora, justo le decía a alguien que lo que más me gusta es eso: escribir la historia con unos personajes que puedes cambiar. También, cuando comienzas a rodar y ver que esos personajes existen y el momento en que el espectador lo recibe. Todo ese proceso de contar la historia en el cine es muy bonito porque tiene muchas fases y, hasta que el espectador no lo ve, no termina ese proceso.
—Acaba de regresar de Madrid de filmar su última creación.
—Sí, es una cosa muy cortita que surgió con la actriz Bárbara Hermosilla que me dijo un día que le apetecía que la dirigiera. Escarbé en textos que tenía escritos y encontré un guión inspirado en un escrito de Irene Crespo. Es una comedia romántica, de situación, sobre una pareja. Le encantó y me dijo de rodar el verano pasado, pero rodar no es tan fácil y, al final, lo hemos hecho ahora en Madrid y el corto se titula Dit i fet, tal como lo hemos hecho.
—¿Es posible que el cine se haya ido simplificando?
—Pienso que en cierto modo sí. El cine ahora está al alcance de todo el mundo y los móviles graban mejor que ciertas cámaras. No sé si eso significa que el cine se ha simplificado. El corto que hemos rodado es un plano secuencia; son siete minutos y un solo plano. Yo decía que quería hacer como Hitchcock. Antiguamente, tenías un negativo y no podías rodar y rodar, así que él ensayaba mucho y, cuando lo tenía, rodaba. Nosotros lo rodamos en tres horas, pero nos pasamos toda la mañana ensayando. El problema que veo en la tecnología es que rodamos tanto porque se puede, pero al final ves que es bueno volver un poco atrás y hacer sólo aquello que quieres rodar. Nosotros queríamos presentar el corto a un festival cuyo plazo termina ahora y me preguntaban si iba a llegar y yo decía que sí. La tecnología simplifica el rodaje, pero en posproducción puedes estar meses y años. Yo recuerdo un corto mío, ‘Gladiadores', que tiene muchas cosas y tardamos en posproducción dos años, cuando en el rodaje lo puedes dejar todo más definido.
—Sus primeros trabajos los hacía con una cámara doméstica.
—Es muy gracioso y además desde el desconocimiento de cómo funciona el cine. Pero era gracioso porque rodábamos en cinta y no sabíamos montarlo. Era una locura y me encantaría recuperar eso. En algún lado estarán esas grabaciones porque nosotros tenemos un poco de ‘Síndrome de Diógenes' con las cosas y siempre las guardamos.
—¿Cómo llega usted al mundo del cine porque comenzó estudiando Arquitectura?
—Estudié esta carrera porque me gustaba mucho todo lo que tenga que ver con la técnica y con las cosas artísticas. No sabía dónde me metía. Me gustó, pero el cine me apasiona y, al final, la pasión tira. Después estudié Cine.
—¿Le han ayudado los estudios de Arquitectura en lo que hace ahora?
—Creo que sí porque la gente me habla de que es un gran cambio, pero no es tanto. Al principio, yo estudié Dirección de Fotografía y la forma de iluminar, de visualizar los espacios o incluso a la hora de dirigir, si hago la similitud es como construir un edificio y al final el guión son esos cimientos que si no están bien hechos no va a poderse levantar el edificio. Igual es una metáfora que hago, pero en relación a los espacios me ayudó. En los rodajes hay muchos momentos que hay que falsear cosas; en el cine todo es mentira y o tienes visión espacial o no hay quien se aclare.
—¿Qué hace un director de Fotografía en una película?
—Hace todo. Piensa que, cuando me fui a estudiar, yo quería hacer Producción porque pensaba que, sin saber producir, no iba a hacer nada en este mundo. Como directora de Fotografía, yo hacía fotos fijas y pensaba que era muy difícil que todo estuviera iluminado como yo quería. Entonces, imagina 24 fotos por segundo, que es el cine. Hay que pensar en muchas cosas a la vez que en los espacios y básicamente es eso: iluminar a los personajes e ir en pro de la historia. Si es oscura, la luz será oscura. Es pintar con la luz.
—¿Qué referentes tiene como directores de Fotografía?
—No tantos, más como directores. Mi profesor Óscar Durán para mí es un mago de la luz porque puede hacer cualquier cosa y se trata un poco de eso. Al final, se trata de adaptarte a los directores y a su visión. Siempre he sido muy fan de Hitchcock y él trabajaba mucho con la luz a través de sus directores y soy muy fan de Isabel Coixet, de sus historias y de su manera de contarlas. Es otra manera de narrar. Cada director tiene su estilo.
—Una de las cosas que tiene pendientes es su primer largometraje.
—Rodar es muy complicado. Pero voy a hablar del proceso de escribirlo. Había coescrito un guión y hacerlo es ‘tela' porque un corto son 20 o 30 minutos, pero una película es un mínimo de una hora y debe haber más riqueza. Empiezas a escribirlo y te preguntas si serás capaz y mi película al final dura 90 minutos. Es complicado, pero sí lo llenas, sobre todo si tienes historias que contar.
—Y de repente llega Scorsese con películas de tres horas.
—La juventud está acostumbrada a cosas muy cortas, como los vídeos ‘TikTok' y, de repente, las películas están siendo larguísimas. Te preguntas si no puede haber un término medio. Muchos jóvenes me dicen que ven las películas a velocidad 2x. Lo bueno de que se consuman cosas cortas es que el formato está cada vez más de moda y yo siempre he reivindicado que el corto es cine porque todos empezamos haciendo cortos, con lo cual son los padres del largo y no al revés. Es verdad que la industria del cine está en el largo. Cuando haces un corto ganas en que tú mismo te pones a prueba y experimentas diferentes maneras de narrar. Normalmente, experimentas con ellos y vas viendo cuál es tu estilo. No experimentas con una película porque es mucho dinero. Una de bajo presupuesto son 700.000 euros.
—¿No se ha planteado nunca flirtear con las series?
—Justo esta mañana he visto que hay un curso de guión de series, aunque me da mucho respeto. Una serie puede tener muchos episodios, así que, si son ocho episodios, son ocho películas. Lleva detrás un gran proceso y me parece interesante. De hecho, tenemos una comedia con Bárbara Hermosilla y otra amiga, Juliana, para hacer una en Ibiza y no lo descarto.
—Su largo estaría ubicado en Ibiza y en alguna otra ciudad mediterránea.
—Sí, porque también te inspira el lugar al que perteneces y me apetecía mucho una película de investigación que ocurra entre Madrid, también Barcelona o Valencia, e Ibiza.
—¿Ibiza es cinematográfica?
—Lo es y eso que creo que no la hemos explotado demasiado. Tiene paisajes en los que se podría rodar como si fuera el espacio o una selva. Tiene tantos contrastes.
—El festival Ibicine, ya consolidado, ha hecho además que muchos se lleven esa sorpresa cuando descubren Ibiza.
—Sí. Creo que es una de las cosas de las que más orgullosa me siento. Es gente que ha venido a conocer Ibiza por un festival de cine. Ibiza ya es una marca a nivel mundial y, evidentemente, nosotros no la hemos puesto en el mapa. Trabajamos más en eso, que la gente cuando venga, no sólo tenga esa ventana al cine, sino que los que vienen de fuera también tengan esa ventana a Ibiza. Me gustaría seguir en esa línea y que la gente se marche con la isla en la retina.
—La marca Ibiza también le ayudará a la hora de organizar el festival.
—Eso es verdad y, de hecho, directores de algunos festivales me lo dicen. En esa parte tengo suerte y, a cualquier lado que vas, y dices que eres de Ibiza... También hay un factor negativo y es que todo es más caro. Con el presupuesto de un festival en Tarancón, no empiezas el de Ibiza.
—¿Puede profesionalizarse el festival de cine de Ibiza?
—Sí. Hasta la tercera edición, todos los años era mi trabajo y mi dinero y salas que nos cedían ayuntamientos y demás, pero es verdad que con eso no se puede seguir. Necesitas profesionalizar un festival, con gente trabajando y no sólo con voluntarios porque es mucho esfuerzo. Para mí, el reto cada año es conseguir financiación y tenemos apoyo de las instituciones. Levantar el festival económicamente es muy complicado. Además, no lo invento yo y todos los festivales se financian con apoyo público y privado. Los invitados, que son muchos, no podrán venir y alojarse si no les pagas los billetes, que es lo más caro que hay, y el apoyo privado es muy importante y es lo que más cuesta.
—¿Nunca se ha planteado pasar al otro lado de la cámara?
—Sí, pero me da mucha vergüenza. Ahora, recientemente he estado en un corto de Tomás Rojo. Me escribió diciendo que si le podía ayudar y al final acabé primero siendo eléctrica y de figuración y me hicieron un plano corto. En mis años mozos quise ser actriz, pero después me entró mucha vergüenza.
—Si hablamos de la Ibiza vinculada al cine, usted ha dicho que todavía puede extraerse más jugo a esta parte.
—Nosotros, con el festival, buscamos un turismo cinematográfico que puede ocurrir también a través de lugares en los que se han rodado películas. A Ibiza creo que le falta eso, que la gente quiera ir a un sitio donde se hayan rodado cosas. Los cineastas tenemos el compromiso para que, el lugar en el que ruedas, sea un personaje más y realmente Ibiza pueda verse como lo que es.
—El Consell d'Eivissa le encargó hace unos años una película.
—Sí, fue muy chulo. Veníamos de la pandemia y pensé en aquel momento en algo que tuviera que ver con Adlib y me llamaron justo para esto. Pensé que era una gran casualidad. Mi casera era una de las primeras de la moda Adlib y fue un ejercicio precioso de investigación. Conocí cosas de la isla que no conocía. Enseñas otra parte de Ibiza.
—Usted no verá una película, la ‘sufrirá'.
—Sí. Cuando estudiaba no paraba de mirar los brillos de los ojos para ver cuántos aparatos tenía la escena y, al final, te sales de la historia. Ahora veo tantas cosas que nos llegan, que pienso en darme de baja de las plataformas porque no me da tiempo a ver nada más allá de lo que mandan al festival. Es muy bonito. Lo mejor del festival es que siempre estás viendo lo que se hace en el momento y eso, como cineasta, ayuda a ver las temáticas.
—En Ibiza existe su escuela de cine. ¿Qué le diría a alguien que quiera dedicarse a este mundo?
—Es difícil llegar y desde las islas, siempre. La escuela te acerca y es un buen primer acercamiento. Cuando creé el festival fue porque quería que en Ibiza hubiera algo de cine y pensé en algo que hiciera que la gente quisiera rodar. A la escuela le falta lo que pasa en Canarias, que hay muchos incentivos fiscales y se filma mucho y la gente sale con trabajo. En la isla de Ibiza, faltaría eso: que hubiera más rodajes, aunque es verdad que poco a poco va habiendo más filmaciones en Ibiza.