Corrían los últimos años de la década de los 20 o los primeros de los 30 del siglo XX cuando Vicent des Puig «pretendía regresar a Argentina, adonde emigró con tan solo 15 o 16 años y donde trabajó como panadero unos cinco o seis», tal como relata su sobrina, Maria Sala.
«Su padre era un hombre severo y estricto, como los hombres de antes», justifica Sala la voluntad de su tío Vicent para pasar a explicar que, «finalmente, su hermano Toni le convenció para que se quedara en Ibiza y montara una tienda».
Los argumentos de Toni resultarían efectivos ya que Vicent y su esposa Antonia abrieron la tienda Es Puig en 1931.
Inicios
«Entonces, la parte trasera de la tienda ahora es la parte delantera del bar, donde todavía está el pozo», recuerda Maria, que describe el Es Puig de sus inicios como «un lugar donde se vendía de todo y en el que había una pequeña barra y un cuarto de esos donde se juntaban los mayores a jugar a las cartas».
La fotografía que describe Maria de la tienda de Es Puig forma parte también de su infancia, «cuando era pequeña, cada sábado por la mañana cogía la bicicleta para pasar el fin de semana con mis tíos Vicent y Antonia o con Pep y Agnesa».
Ambas parejas regentaban Es Puig durante la infancia de Maria, que asegura que, para ella, «ayudarles en la tienda era una fiesta».
«En la tienda se vendía absolutamente de todo: aparejos y máquinas para el campo, se molía algarroba y almendra (los garrovins se mandaban a una farmacéutica de Barcelona). Éramos la única tienda de Sant Antoni que vendía petróleo para las lámparas y todo se vendía a granel, hasta el aceite, que se servía con una bomba y el perfume, que tenía un dosificador para llenar los tarros, también leche». Así describe Maria la tienda de Es Puig en la época de sus tíos antes de que «se lo alquilaran a María y Toni d'en Tanca durante unos años».
Segunda etapa
Tras un periodo a cargo de los de Can Tanca, «en el que incorporaron la carnicería a la tienda», fue Maria quien se puso a los mandos, en 1976, del establecimiento que abrieron sus tíos.
«Poco tiempo después hicieron la primera ampliación de la carretera, que nos quitó buena parte de la terraza y nos obligó a cambiar la puerta de la tienda a donde estaba la puerta del salón de la casa», explica Sala, que mantuvo la carnicería y apostó el espacio a la tienda por encima del bar. «Poco a poco y con la ayuda de mi tío hicimos algunas ampliaciones», explica Maria, que recuerda que «también teníamos un espacio en el que hacíamos pan en el horno de leña, con mi hija Elena y dos panaderos más, y lo repartíamos por toda la isla». «Siempre trabajamos en familia», subraya Maria, que recuerda que «tanto mis padres como mis tías nos ayudaban siempre que podían, sus flaons eran deliciosos».
«El espacio de la panadería, cuando la cerramos por temas burocráticos, es el que decidimos dedicar al bar a partir de 2001, que también se encargó de llevar mi hija Elena», explica Sala, que resume el menú del establecimiento en «unas tapas, unas tostadas y unos bocadillos».
Elena se hizo cargo del establecimiento hasta 2002, cuando la familia alquiló el bar de Es Puig a Vicente Cabezas, vecino y amigo de la familia de toda la vida.
«He estado viniendo a la tienda toda mi vida», asegura Vicente que, dos años después de alquilar el local decidió comprarlo.
«Al principio fue un poco duro», recuerda Cabezas, que decidió ampliar la oferta gastronómica del bar Es Puig construyendo una cocina en 2004 y que, tal como reconoce, «tuvimos que atravesar varias crisis».
Uno de los momentos más tensos que vivió Vicent tras la adquisición del establecimiento fue la ampliación de la carretera de Sant Antoni, cuando «creía que me lo iban a tirar abajo. Un día tuve que parar una excavadora que venía directamente a derribar el edificio».
«Una de las claves durante ese tiempo fueron los cocineros, primero David, después Javi y luego Diego. Hicieron siempre un magnífico trabajo», reconoce Cabezas, que cedió la gestión de Es Puig a este último y a Rafa, que había sido camarero del local durante «unos 15 años», en 2022.
Identidad
«De esta manera, se mantiene nuestra identidad y no se convierte en otro de esos locales que abren por toda la isla», subraya Cabezas respecto a la gestión de Rafa y Diego.
Una identidad que también es uno de los valores que más se repiten en las opiniones de los clientes de Es Puig.
Antonio, uno de los clientes más veteranos y asiduos, no tiene duda en afirmar que, «cuando vienes mucho a un sitio es porque te gusta», mientras pone en valor que «además tiene un buen parking y puedes hacer la compra en la tienda».
Ramiro lleva «unos 18 años viniendo a Es Puig» y y Paco es vecino de la zona «de toda la vida». Ambos coinciden en recomendar «la paella de los jueves», sin dejar de mencionar el deliciosa «bocadillo de carne asada y ahumada» que sirven en Es Puig.
La única pega que le encuentra Miquel es «que haya demasiada gente», mientras Jesús y Guillermo ponen en valor «la calidad y el precio de la comida» además del «excelente trato que recibimos siempre».