«Santa Eulària apesta», así de claro y conciso se pronunció este lunes por la mañana uno de los vecinos del la Villa del Río respecto a los efectos de la huelga de basuras en su municipio en su tercera jornada. Y es que el hedor de las bolsas de basura que se acumulan desbordando los contenedores empezó este lunes a hacerse irrespirable a varios metros de distancia.
«Cuando el viento sopla en esta dirección es insoportable», aseguraba a Periódico de Ibiza y Formentera Mari, desde el restaurante y cafetería Noiam Ibiza. «No tengo más remedio que cerrar las ventanas para que el olor no entre en la cafetería», explicó la responsable del establecimiento situado a pocos metros de los contenedores de la calle Rodríguez y Valcárcel.
«La guinda»
«Además, justo este mes tenemos que pagar el impuesto de basuras», añadió la hostelera con ironía antes de asegurar que «esta es la guinda que nos faltaba al pastel de la temporada que nos está saliendo».
«Esto puede ser la ruina: entre el fútbol ahora y las Olimpiadas el mes que viene, lo único que nos faltaba era esto». Así resumía su indignación Joaquín desde su supermercado Natural, en la calle del Mar, quien consideró que «en esta época del año no se pueden hacer estas cosas. Esto no tiene nombre».
Cuestionado sobre la medida en la que le está afectando la huelga, Joaquín aseguró que «esto nos afecta a todos; quien diga lo contrario, miente. La imagen tan perjudicial que estamos dando nos afecta a todos» y animó a las autoridades a que «traigan al Ejército si es necesario» para limpiar las calles.
En la Plaza del Cañón también se acumulan las bolsas de basura y su hedor afecta de manera especial a las terrazas de los negocios de la zona. «Los clientes no pueden sentarse en buena parte de las mesas de la terraza por culpa del olor», aseguró Lorena desde el Harinus mientras Alan e Ignacio, de El Lobo, afirmaron que su negocio «empieza a notar que viene menos gente».
Además, no dudaron en mostrar cierto pesimismo por la acumulación de basuras: «Esto no va a hacer más que atraer a todavía más ratas y cucarachas a la zona». «No me sentaría ni yo», aseguró mientras tanto su vecino Gaetano desde la terraza de Ohm Street, sentenció: «Huele fatal».
Desde su carnicería, Ernesto afirmó que «tengo los dedos cruzados porque esto se acabe pronto; si se alarga se puede montar un buen cristo».
El carnicero de la calle del Mar animó a que se limpien cuanto antes las calles. «El pueblo está hecho una porquería y eso no es bueno para nadie», concluyó.