Son las doce y media de la mañana de pleno julio, bajo un sol de justicia la nueva estación marítima de es Botafoc vive un importante trasiego de personas. Tres cruceros, con una capacidad superior a las 10.000 personas, llegaron en un plazo inferior a las cuatro horas al puerto de Ibiza. Mientras que el primero de ellos, el Seven Seas Grandeur, tiene capacidad para "solo" 732 pasajeros, mientras que los dos siguientes, el MSC Seaside y el crucero Britannia tienen capacidad para 5.645 y 4.300 pasajeros respectivamente. Esta casi simultaneidad en el desembarco provocó durante un buen rato el trasiego ininterrumpido de personas, maletas, carritos y taxis a la estación.
La cola de turistas que esperan, ya sea para coger el autobús o un taxi, se extendía mucho más allá de la sombra de las marquesinas. Ante esta llegada repentina de turistas dicha infraestructura parece no estar preparada. El personal ahí dispuesto intenta poner orden ante unos viajeros que tratan de enterarse exactamente hacia dónde tienen que dirigirse y no terminan de entender las largas esperas para coger un medio de transporte hasta otro punto de la isla
Dentro de la estación, pese a estar a refugio del calor, la imagen es similar a la que se vive fuera. Las colas se agrupan en este caso para contratar alguna excursión, un nuevo barco que les lleve hasta Formentera o algún medio de transporte privado sin las esperas de fuera. Para ellos, cada minuto en la isla cuenta, puesto que su crucero volverá a partir entre las diez y las once de la noche del mismo día.
Esta situación de espera provoca el enfado de algunos de los recién llegados como, por ejemplo, Vicente Escudero que decidió no contratar la excursión que ofrece el crucero porque resultaba bastante más costosa. Sin embargo, no esperaba encontrarse con una espera tan prolongada: «En ningún puerto que hemos estado en la última semana, y venimos de Francia y del sur de Italia, ha pasado esto. Tenemos solo un día para pasar en la isla y llevamos más de cuarenta minutos aquí. Nuestra idea era irnos al centro de Ibiza, comer ahí y luego irnos de excursión, irnos a cenar y luego volver al crucero, y ahora pensamos en no hacerlo porque ya vamos justos de tiempo».
De una manera muy similar se expresan Ana y Laura, dos jóvenes granadinas que acaban de llegar a Ibiza desde Palermo. En su caso, esperan para coger el autobús de línea y poder disfrutar de la isla «sin nada planeado». A ellas también les sorprende la cola formada, que rebasa lo esperable. «Ni en el sur de Italia, que es de donde venimos, nos ha pasado esto».
Estas aglomeraciones no tan solo afectan a los cruceristas sino que, de manera directa también lo hace a otros usuarios. Es el caso de, por ejemplo, Jesús Torres, recién llegado a la isla desde Valencia, en su caso no por ocio sino por trabajo. «Esto es una locura, no esperaba algo así. Llevamos rato ya esperando un taxi y al final hemos tenido que coger otro tipo de transporte para ver si así llegamos al sitio que tenemos que ir», asegura.
Canviem el rumb
A nadie escapa la gran aglomeración que se produce a la llegada de estos cruceros, y los hay que no están nada contentos con ello. El constante flujo de cruceristas que desembarcan en los muelles de es Botafoc, prácticamente lo primero que se encuentran es una pequeña manifestación organizada por ‘Canviem el rumb' con sus eslóganes contra, precisamente, este tipo de turismo.
«Hemos venido porque queremos concienciar tanto a los cruceristas como a la gente de aquí y a las autoridades lo que es este disparate de industria que contamina tanto. Es el medio de transporte que más huella de carbono tiene por persona. Si tenemos que reducir las emisiones, ¿por qué no empezamos por descarbonizar lo que es menos necesario, los cruceros y los jets privados?», se pregunta Karen, una de las integrantes de esta nueva plataforma.
Además del impacto ecológico y medioambiental, desde ‘Canviem el rumb' también inciden en el impacto directo que esta llegada de personas tiene en la isla: «Colapsan nuestras carreteras, el servicio de taxis y de autobús, que es limitado. Y eso que este año parece algo mejor organizado, pero se siguen formando largas colas». Por último, Kate tampoco ha querido obviar que estos cruceros navegan en su inmensa mayoría «bajo banderas y regulaciones de paraísos fiscales, lo que supone menos derechos laborales y evasión fiscal».
Pese a este impacto, y alejándonos de es Botafoc hacia el puerto de Ibiza, son varios los negocios que sí tienen un impacto positivo con la llegada de tantos cruceristas en un espacio de tiempo tan breve. Es el caso de, por ejemplo, Delta Ibiza, una tienda de souvenirs que se encuentra en primera línea del puerto. «Se nota bastante, nuestra clientela es básicamente gente de cruceros», asegura David, empleado de la tienda. «Hay días que no paramos. Por ejemplo, este lunes se notó muchísimo», añade.
El impacto de los recién llegados no es inmediato ya que, como es normal, una vez en la isla buscan planes más lúdicos. «Depende mucho de cuándo se van. Suele ser por la noche y aprovechan la mañana para ir a la playa e ir a comer, así que nosotros no lo notamos cuando llegan» asegura María, trabajadora de la misma tienda. «Lo vamos notando a lo largo del día, especialmente a última hora de la tarde, antes de que vuelvan al crucero», asegura.
«No compran»
Sin embargo, no son todos los negocios los que ven tal mejoría en el volumen de ventas con la llegada de los cruceristas. En Can Vinyes, una tienda de productos artesanos como capells y espardenyes, regentada por Ana y Juan Antonio. Aseguran este último que «se nota en cuanto a cantidad de gente que se ve por la calle en la Marina pero que, por lo general, compran muy poco».
«Por la tarde sí se nota más, a partir de las siete empiezan a llenarse las calles, pero hay gente que baja directamente con las cosas de los cruceros y consumen muy poco fuera del barco. Nosotros tenemos nuestra clientela continua, alguna venta se puede notar, pero está lejos de poder decir que salvan nuestra situación», añade el matrimonio casi al unísono.