Cada 8 de agosto, la ciudad de Ibiza se detiene para recordar su pasado y honrar a su patrón, Sant Ciriac. La fecha conmemora la conquista catalana de 1235, cuando las tropas de Guillem de Montgrí, en nombre del rey Jaume I, tomaron la isla a los musulmanes. Casi ocho siglos después, la celebración combina la historia con el fervor religioso y la vida social en la isla.
La mañana comenzó en la plaza de la Catedral, con el sol ya alto y un cielo sin nubes. El calor caía sin piedad y los asistentes buscaban cualquier sombra bajo los muros. La Banda de Música Ciutat d’Eivissa abrió la jornada con un concierto frente a la fachada, mientras la colla de ball pagès formada por miembros de los grupos folklóricos de la Federació de Colles de Ball y Cultura Popular d'Eivissa, con sus trajes, esperaban su turno para entrar al templo.
Entre los que se acomodaban en los bancos y los que permanecían de pie, las conversaciones se interrumpían cada vez que una pieza nueva arrancaba. «Es preciosa la imagen, pero qué calor… menos mal que hemos encontrado este rincón a la sombra», comentaba una mujer, acompañada por varias vecinas que asentían a sus palabras.
Cuando terminaron los acordes en la plaza, la celebración se trasladó al interior de la catedral. La procesión de entrada estuvo marcada por el sonido de los tambores, las flaütes y las castanyoles de los balladors. El incienso llenaba el aire mientras los canónigos y otros sacerdonesavanzaban hacia el altar. Presidía la ceremonia el obispo de Ibiza, Vicent Ribas.
En los bancos delanteros se encontraban las autoridades, entre ellos el vicepresidente primero del Govern, Antoni Costa; el presidente del Consell d’Eivissa, Vicent Marí; los alcaldes de los cinco municipios de la isla, el presidente del Consell de Formentera, Óscar Portas;los diputados autonómicos y nacionales, los consellers insulars, la delegada de la Administración Insular del Estado, Raquel Guasch y concejales del Ayuntamiento de Vila y de otros municipios, entre otros.
La misa, cantada por el coro Amics de sa Música bajo la dirección de Nélida Bonet, comenzó con el rezo. También una balladora de la colla sufrió un mareo y fue atendida rápidamente por varios feligreses que la abanicaron y le ofrecieron agua. El calor, aunque mitigado por los ventiladores y el frescor de la piedra, se dejaba sentir y cada vez más personas sacaban sus abanicos.
En su homilía, el obispo habló del valor de la fiesta, pero también del presente y el futuro. «Ibiza es un lugar de descanso, un lugar de fiesta, pero también de profundas raíces y de tradiciones cristianas. Y es lo que celebramos hoy», subrayó. Y advirtió de que «vivimos rápidos procesos de secularización». También se dirigió hacia las nuevas generaciones: «Es urgente que nuestros jóvenes crezcan con esperanza, sin miedo al futuro y que no queden atrapados en un mundo lleno de dudas y extremismos». E insistió en que la Iglesia tiene la tarea de «estar implicada en la comunidad humana afrontando la pobreza, la inmigración, la violencia en las familias y los precios abusivos que generan malestar».
El ofertorio corrió a cargo de dos niños y dos jóvenes de la colla. Y al final de la misa, los fieles comenzaron a salir. «Hemos llegado al final, pero ha estado bien conocer parte de la tradición de aquí», comentaba Laura, de Barcelona, acompañada de su novio.
Banderas, memoria y cañonazos
Tras la misa, la celebración continuó en la calle. La procesión comenzó a descender por la calle Major y la de Sant Ciriac, encabezada por las 22 banderas de las parroquias de la isla. Detrás, el coro y la imagen de Sant Ciriac.
La comitiva hizo su primera parada frente a la capilla de Sant Ciriac, donde se cantó el Te Deum, para después desplazarse hasta el mirador de la plaza de España, donde se encuentra el monumento de Guillem de Montgrí. Allí, decenas de personas se agruparon para participar en el homenaje. Vicent Marí y Rafa Triguero depositaron una corona de flores en la base de la estatua, mientras los sonadors de la colla interpretaban gaites.
Se dejaron los primeros ramos, seguidos de un aplauso general que se vio interrumpido por una salva de cañonazos.
Entre los presentes, se mezclaban vecinos que conocen bien la tradición y turistas que la descubrían por primera vez. «Es muy especial. Nos hemos encontrado en medio de la procesión y ya nos hemos quedado aquí. Antes hemos visto que había algo en la catedral, pero no sabíamos que hoy es fiesta aquí», comentaba David, visitante británico.
Otros, como Clara y Luis, una pareja de Madrid, habían decidido seguir toda la jornada desde primera hora. «La verdad es que no sabíamos mucho de esta tradición, hemos leído esta mañana que era algo importante para la ciudad y como teníamos pensado venir a Dalt Vila y hemos visto a la gente nos hemos quedado por curiosidad», explicaba Clara.
Un año más, el Vuit d’fAgost se celebró la memoria de un hecho importante para la tradición y la identidad de Ibiza.
Naroa o ha estudiando en la escuela catalana manipuladora que da versión cambiada de la historia o simplemente es una inculta de libro con estudios de periodismo