La esquina entre la calle Cervantes y la avenida Isidor Macabich de Sant Antoni albergó durante décadas una fábrica de ladrillos antes de que, en los años 80, Toni ‘Botja’ y Pep ‘Blai’ compraran el terreno para levantar un edificio.
«Toda esta zona era un descampado que llegaba hasta la residencia militar, el extrarradio de Sant Antoni», recuerda José Juan Ferrer, ‘Blai’. Su esposa, Lina García Prats, completa la imagen: «Desde aquí se veía desde es Caló des Moro hasta sa Talaia».
Mientras ‘Botja’ vendió su parte, ‘Blai’ se quedó con los locales de los bajos. No fue hasta principios de los 90 cuando Pep y Lina decidieron poner en marcha un negocio en uno de ellos.
Desayunos
El nombre elegido fue La Guay. «‘Guay’ era la palabra de moda, estábamos seguros de que estaría registrada», explica Lina. Su croissantería fue un éxito inmediato: «Desde Cafés Ibiza nos decían que éramos los que más gastábamos: hasta 12 kilos a la semana».
«Probablemente fuéramos los primeros de la isla en tener baguettes y croissants congelados y precocidos que vendíamos recién horneados. Fue todo un éxito y una auténtica locura», recuerda Lina. Pep añade: «Vino el responsable de Fripan, Jorge Caballero, desde Barcelona y nos montó el horno y todo lo necesario». Así relataban el desembarco de la bollería precocida en Ibiza, un modelo que, 30 años después, sigue vigente en supermercados y gasolineras de la isla.
La Guay vivió años de auge. «Recuerdo que el día de Año Nuevo del 2000 la cola de gente daba la vuelta a la manzana», dice Lina, quien gestionó el negocio hasta comienzos del nuevo milenio, cuando alquilaron el local durante una larga etapa.
Churros
La reapertura llegó en 2012. Para entonces, La Guay incorporó uno de sus productos estrella: los churros, técnicamente «porras», como puntualiza Antonio Álvarez Marín, cocinero y churrero del local durante años. «Los elaboraba con una gran espiral de masa en una sartén gigante de aceite», explica.
El día más intenso era Año Nuevo. «Abríamos a las cinco de la madrugada y no parábamos hasta el mediodía», relata Lina. Antonio completa: «Ese día podíamos gastar hasta 150 kilos de harina y 200 litros de chocolate».
Transformaciones
La segunda etapa de Lina al frente de La Guay se prolongó hasta 2018. Después, a partir del 2000 bajo la gestión de Christian, el negocio derivó hacia el concepto de restaurante, dejando atrás los churros. «Se cambiaron los churros por el sushi», bromea Antonio con cierta nostalgia.
En 2024 comenzó una nueva etapa con la entrada del grupo IRG, que puso el acento en «desayunos variados, modernos y contundentes», según explica José Prats, responsable de compras. Aun así, el local mantiene la esencia que lo convirtió en referente.
Referencia
La clientela de La Guay refleja la diversidad de Sant Antoni. «A primera hora tenemos a la gente del pueblo y, a medida que avanza la mañana, llegan los turistas», describe Prats. Lina coincide: «De toda la vida, los primeros entre las seis y las siete de la mañana son los trabajadores. Después de dejar a los niños en el colegio, suelen venir muchas madres».
El aroma de los churros sigue vivo en la memoria colectiva. «La Guay es un punto de referencia del pueblo: cuando alguien te pregunta por un sitio, le dices ‘desde La Guay a la derecha’», afirma Lina con orgullo.