El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el pasado lunes 21 de octubre de 2024 que propondrá a Bruselas la eliminación definitiva del cambio de hora estacional. Durante décadas, España se ha visto afectada por dos cambios de hora al año que marcan el inicio del horario de verano y de invierno, pero esta semana Sánchez ha propuesto poner fin a esta modificación, que califica que «ya no tiene sentido» y que no da tantos beneficios como se considera. La cuestión central, sin embargo, no reside solo en su supresión, sino en la elección del horario que regirá de forma permanente: el de verano (UTC+2) o el de invierno (UTC+1), una decisión con repercusiones significativas para el archipiélago balear.
Esta trascendental propuesta se debatirá en el marco del Consejo Europeo, con la ambición de que pueda entrar en vigor en 2026, siempre y cuando los Estados miembros logren alcanzar un consenso. La Comisión Europea ya había planteado una medida similar en 2018, pero la falta de acuerdo entre los países y el impacto heterogéneo en cada territorio frenaron su implementación.
Cada una de las opciones, ya sea mantener el horario de verano o el de invierno de forma ininterrumpida, presenta implicaciones muy distintas para el día a día de los ciudadanos y para los sectores productivos. En Baleares, donde la luz natural es un recurso esencial, la elección entre un verano o un invierno permanentes dibujaría dos realidades completamente diferentes. La decisión final, por tanto, trasciende la mera modificación de un reloj; se trata de definir el ritmo vital y económico de una comunidad que vive intrínsecamente ligada a las horas de sol.
El impacto de un horario de verano permanente en Baleares
Si finalmente se optara por mantener el horario de verano (UTC+2) durante todo el año, los días en los meses invernales de Baleares experimentarían un amanecer considerablemente más tardío. En el caso de Ibiza, por ejemplo, el sol no asomaría hasta aproximadamente las 7.30 horas, e incluso más allá en enero, el mes más frío y con menos horas de luz. Esto implicaría que gran parte de la actividad laboral y escolar comenzaría aún en penumbra, afectando a los ritmos biológicos y a la percepción de la jornada.
No obstante, esta opción traería consigo una ventaja notable: disfrutaríamos de una mayor cantidad de luz por la tarde. Los atardeceres se prolongarían hasta pasadas las 18:15 horas en pleno diciembre, lo que podría generar un impulso significativo para el comercio local, las actividades de ocio y la sensación general de un «día largo», incluso en la estación más fría. Esta extensión de la luz vespertina es un factor clave para el sector turístico y hostelero, que vería cómo sus clientes pueden disfrutar de terrazas y actividades al aire libre durante más tiempo, incluso fuera de la temporada alta.
¿Qué supondría un horario de invierno fijo para las islas?
Si la decisión fuera mantener el horario de invierno de manera permanente, la situación se invertiría por completo. En otoño e invierno, el sol saldría mucho antes, en torno a las 8.00 horas en Ibiza, lo que facilitaría un comienzo de la jornada con luz natural, más alineado con los ritmos circadianos y la actividad matutina. Esto podría mejorar la productividad y el bienestar general de la población al iniciar el día con claridad.
Sin embargo, la contrapartida de esta elección se manifestaría de forma más acusada en verano. En lugar de disfrutar de la luz solar hasta las 21:30 horas, como ocurre actualmente, el sol se pondría entre las 17.30 y las 18.30 horas. Esto significaría una reducción de las horas de luz al final del día precisamente en los meses en que más se valoran y disfrutan, especialmente en una comunidad como Baleares, donde el turismo al aire libre, las cenas en terrazas y las actividades vespertinas son pilares esenciales de su oferta y atractivo. La pérdida de esa hora de luz vespertina podría tener un impacto considerable en la economía estival.
Que hagan un referéndum.