Con apenas 13 años, Lina Prats cuando salía del colegio, se iba a doblar biquinis a Pandora, una tienda que en aquel entonces estaba en el carrer Sant Mateu. Ahora, después de 49 años, cierra sus puertas de manera definitiva, tras haber presenciado en primera fila la transformación social tanto de Sant Antoni como de Ibiza. No lo hace por motivos económicos sino que la propietaria del local, ahora ya con 88 años de edad, ha decidido dejar atrás lo que le ataba a la isla y vender el local para volver a su Alemania natal. Además, Lina, la encargada durante todo este tiempo, quiere dedicar cada vez más tiempo a ayudar a su madre «todo tiene un principio y un final», asegura.
El negocio comenzó en 1976 cuando Maria Neubauer, a quien Lina considera como una segunda madre, empezó a vender las telas que ella misma diseñaba junto a su marido, un pintor del grupo 59. Mientras ella diseñaba, él pintaba y hacía las telas. En 1978 ya se mudaron, de su ubicación original, a un local más grande, en el carrer de Santa Agnès.
Desde esos años todo ha cambiado muchísimo, asegura Lina:«antes era todo mucho más auténtico; hacíamos muchos desfiles de la moda Adlib. Recuerdo como yo le abrochaba los botones a quienes venían a desfilar».
Pese a todo ese cambio que ha afectado a Sant Antoni, Pandora se ha mantenido estable gracias a una clientela fiel:«siempre hemos tenido gente que venía desde el Club Náutico, familias de toda la vida que han seguido viniendo siempre. No tiene nada que ver con lo que se ve por la noche».
Esta última temporada ha ido, en líneas generales, bien «mejor incluso que las anteriores; se ha visto algo más de turismo familiar en Sant Antoni», asegura Lina. Y es que la zona, defiende, necesitaba los cambios que se han impulsado:«me voy cuando mejor está la calle, pero son cosas que pasan».
Sin embargo, las dificultades para sacar adelante un negocio durante tantos años son difíciles, cada vez más. Eso no quita que la pena de cerrar una etapa que ha durado tantos años. «Es mejor una retirada a tiempo, pero es difícil de imaginar la pena que me da. Mi vida ha sido esto. Es un cambio que no sé como afrontar, aunque lo haya decidido yo», afirma.
Lina incide en que esta boutique fue una de las precursoras de la moda Adlib en la isla de Ibiza, aunque en esa época no era como ahora. «No eran los diseños todos de blanco que se ven ahora. Había telas pintadas, y también mucho patchwork», concluye.
Pagamos impuestos como el norte de Europa para tener unos servicios del tercer mundo. Es normal que al pequeño empresario se le quiten las ganas de levantar todos los días la persiana. Es cuestión de tiempo de que el sistema colapse.