El pasado día 24 se planteó ante la juez de guardia de Palma un conflicto complicado. Desde el hospital de Son Dureta le pedían permiso para realizar una transfusión sanguínea a un menor cuyos padres se oponían porque son creyentes de los Testigos de Jehová, religión que rechaza esta práctica médica.
El menor ingresó en el maternal de Son Dureta con una grave dolencia. Los médicos plantearon a los padres que era necesario que le realizaran una transfusión de sangre, ya que, de lo contrario, existía el peligro de que el paciente empeorara e, incluso, pudiera morir. Los padres, sin embargo, anunciaron a los médicos que no estaban dispuestos a que su hijo recibiera sangre de otra persona, ya que es un método que su religión rechaza drásticamente.
Esta situación, que no es la primera vez que se produce en los hospitales baleares, planteó un conflicto a los médicos: determinar si el respeto a unas ideas religiosas estaba por encima, incluso, del derecho a la vida.
Los médicos se inclinaron por la segunda opción. Al tratarse de un conflicto tan delicado los médicos consideraron que la decisión no les correspondía tomarla a ellos, sino que debía ser un juez. Por ello, le explicaron el caso a la juez de guardia, Piedad Marín, señalándole que si el menor no recibía esta sangre existía el peligro de que muriera. La magistrada autorizó verbalmente a los facultativos que adoptaran los medios que consideraran necesarios para salvarle la vida al paciente. Los médicos le realizaron la transfusión al menor, que en los siguientes días mejoró en su estado y se situó ya casi fuera de peligro.
En la mañana del pasado lunes, varios seguidores de los Testigos de Jehová acudieron al Juzgado de Instrucción número 4, y pidieron explicaciones al juez del por qué había autorizado esta transfusión de sangre. En el juzgado contestaron que la juez había dictado un auto razonando la decisión que había adoptado. Este auto fue recogido por el padre del menor hospitalizado.
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