El rescate de los náufragos, tres varones y una mujer, se produjo poco después de las nueve y media de la mañana cuando el velero «Mango», de pabellón belga y 14 metros de eslora, golpeaba una y otra vez las rocas en pleno temporal de llebeig. El salvamento de los cuatro tripulantes se hizo con tal precisión que, pese a lo arriesgado de la operación, ninguno de ellos tuvo que ser luego evacuado al centro de salud.
La embarcación siniestrada, el velero «Mango», quedó a la deriva desde su lugar de fondeo en Cala Saona después de que el fuerte oleaje le hiciera perder su ancla. Todo parece indicar que la cadena se trabó con la hélice del motor auxiliar, por lo que los tripulantes no pudieron o supieron maniobrar de forma adecuada. El mar, finalmente, se los llevó hacia las rocas situadas a la derecha de la playa.
Unidades de la Guardia Civil y del 061 se movilizaron nada más tenerse conocimiento del naufragio. Según ha podido saber este periódico, los agentes de instituto armado, ante el peligro de que un golpe de mar pudiera partir contra las rocas a la embarcación, decidieron descender con condiciones muy adversas hasta el nivel del mar para desde allí lanzar una serie de cabos de seguridad.
Cada golpe de mar era aprovechado para, mediante un salto, llevar a tierra a uno de los tripulantes. Tan sólo uno de los tres varones pasó por momentos de peligro. Fue cuando al saltar hacia las rocas el movimiento de la embarcación le impidió llegar a tierra, cayendo al mar entre el casco del velero y los riscos. La rápida actuación de la Guardia Civil, sacándole del mar antes de que un nuevo golpe de mar pudiera lanzar el velero contra el náufrago, evitó males mayores. El personal del 061 atendió a las víctimas de heridas leves y contusiones varias. La más destacable fue un pequeño corte en la cabeza que presentaba el tripulante caído al mar.