El terremoto de 5'4 grados en la escala de Richter que el pasado jueves sacudió varias regiones del sur de Italia ha causado al menos veintiséis muertos en la localidad de San Giuliano di Puglia, de los que veintiséis son niños.
Una noche de intenso trabajo de unos trescientos efectivos de equipos de rescate permitió la recuperación de una treintena de personas vivas. Ayer todavía quedaban sepultados bajo los restos del edificio tres niños, sobre cuya suerte cunde el pesimismo, dado que ya habían transcurrido más de 26 horas desde el terremoto.
De confirmarse las peores previsiones la cifra de muertos podría ampliarse hasta los veintinueve. A mediodía, la noticia de que uno de los pequeños había sido sacado con vida se extendió con fuerza, pero pocos minutos después se confirmaba la muerte del niño, lo que aumentó la mala impresión acerca de la suerte de los restantes.
Aparte de los niños, las otras tres personas fallecidas son una de las maestras de la escuela y dos mujeres de la misma localidad, cuyas casas también se vinieron abajo. La preocupación se centra ahora en la gravedad del estado de una niña internada en Larino y otras dos en Bari.
Unas 3.000 personas se han visto obligadas a pernoctar fuera de sus casas, en grandes campamentos o en centros de acogida improvisados en recintos deportivos. La evacuación fue decidida por las autoridades locales por motivos de seguridad y fue acompañada de la clausura cautelar de diversos edificios, ya que los daños se extendieron por numerosas poblaciones.
Pero la alarma y el terror volvieron a apoderarse de la población de San Giuliano di Puglia a primera hora de la tarde de ayer, cuando se produjo un nuevo seismo que alcanzó 5'3 grados en la escala de Richter, ligeramente inferior al registrado el pasado jueves. Esta nueva sacudida obligó a numerosas personas a abandonar precipitadamente el recinto en el que se había instalado la capilla ardiente de las víctimas perecidas en el primer terremoto.