Una avería en el motor el domingo por la mañana a las cuatro horas de navegación frente a Cala Sant Vicent en busca de pequeños peces, tras haber visitado las aguas de Tagomago para capturas calamares, fue el inicio de la odisea que vivió durante tres días y tres noches José Marí Juan, Pep Talaies, el pescador de Cala Boix de 67 años que ayer continuaba recuperándose en Can Misses de las secuelas sufridas por el frío y la falta de alimentos que padeció. Cuando se le pregunta si volverá a pescar, contesta con un «bueno» que suena a afirmación.
Marí ayer, arropado por su familia, se resentía sin queja de dolores en manos y pies tras haber pasado una noche de poco sueño. No fue para menos. Estuvo remando con todo su empeño durante dos días, parando lo justo, hasta que perdió el último remo que le quedaba en un nuevo golpe de mar que le tiró de su barca y del que, ya en el agua, pudo salir airoso al tener los reflejos suficientes para sujetarse al casco antes de caer del todo. «Sólo pensaba en llegar a tierra. En remar y en aguantar, aguantar y aguantar».
Así de claro lo tenía José Marí, quien con toda su sencillez de hombre acostumbrado a las penalidades de la mar, y de quien ya se ha visto en otras dificultades, aseguró no haber perdido nunca la fe en su rescate mientras las horas pasaban. «Veía las luces de los faros. No se cuáles y seguía hacia uno. No sé si el de Portinatx, el de Tagomago o el de Formentera. Yo intentaba no perder tierra», explicó el veterano pescador que horas antes había hecho todo lo posible por arrancar el motor del «Porfin». José pasó horas pendiente de esas luces.
Fueron sus únicas compañeros entre el frío, la lluvia y el viento. «Qué voy a dormir», dijo al respecto cuando se le preguntó si había intentado descansar. Sin referencia alguna a veces, incluso intentó hallar entre los claros que veía en el mar la esperanza de tierra. Todo ello entre la soledad de olas «muy grandes» que le zarandeaba y algún barco ocasional que le cruzó a lo lejos.