El fuego se inició poco antes de la una de la madrugada al arder el motor de una de las máquinas de refrigeración, ubicada en uno de los cuartos interiores del establecimiento. En pocos segundos se formó una extensa humareda que se propagó con rapidez a los números 52 y 54 de la calle Aragón, colindantes con la pastelería siniestrada. Los vecinos de estos dos edificios tuvieron que estar en la calle cerca de tres horas hasta que se les permitió regresar a sus viviendas. Durante el desalojo se produjeron escenas de gran nerviosismo, especialmente cuando tres niños pequeños tuvieron que ser asistidos por una UCI móvil del 061 a causa del humo inhalado.
En otro momento, la intranquilidad se adueñó de los agentes de policía y bomberos al no saberse del paradero de una persona, que posteriormente se descubrió que dormía y no se había enterado de la gravedad de lo que ocurría. Dicha persona pudo salir finalmente airosa de todo, según explicaron habitantes de uno de los inmuebles afectados. Un vecino explicó que la inquilina de un tercero fue la primera que notó la presencia del humo y dio aviso a los bomberos. Nada más llegar la Policía Local los agentes se encontraron que la luz se había cortado y que no se podía dar aviso por los interfonos. Por ello se activaron las sirenas para alertar al vecindario. Los mismos policías descargaron hasta cuatro extintores para intentar contener el incendio mientras llegaban los efectivos del Parque Insular.
Los bomberos pudieron controlar rápidamente la situación e impedir que las llamas se propagaran al resto del establecimiento. Sin embargo, no se pudo evitar que el humo causara cuantiosos daños en el resto del local, dejándolo técnicamente destruido. Me he enterado de esto cuando he llegado a trabajar», comentaba ayer un empleado de 'La Canela', que se afanaba durante la mañana en limpiar el establecimiento. Los principales desperfectos quedaron localizados en el cuarto del motor de la cámara de hielo siniestrada. Muchas personas se acercaron durante la mañana de ayer a 'La Canela' a hacer sus compras y no ocultaban sus sorpresa cuando veían que la pastelería había sido objeto de un incendio. «¿Cuándo ha sido ésto?», preguntaba uno de ellos desde un coche.
Se da la circunstancia que pocas horas antes, sobre las diez y media, los bomberos habían tenido que intervenir en otro incendio urbano en Eivissa. Esta vez en el número 28 de Ignacio Wallis al arder el contador de este edificio.
«Todo ha sido muy rápido. Un gran susto, pero no ha pasado nada», comentaba ayer una vecina de uno de los inmuebles afectados antes de entrar en su casa. «Yo volvía del cine y me encontré la calle cortada. Lo más preocupante ha sido cuando preguntábamos por un vecino que nadie sabía donde estaba. Al final se ha sabido que estaba durmiendo», explicó Elena, una profesora mallorquina. «Todo el mundo afuera con batín. Al final, sobre las cuatro, nos han dejado regresar», añadió.