La dolce vita de las tres amigas deplayoby se acabó para siempre el 20 de agosto de 2002. Dos están muertas y la tercera en silla de ruedas. Así de absurda y cruel puede ser la vida. ¿Para qué regala juventud, belleza y esperanza si después, una tarde pacífica y soleada, lo envía todo al infierno? La hélice de un catamarán destrozó cuerpos y vidas en las aguas de Illetes. La tragedia eligió el escenario de un paraíso repleto de yates, demasiados como para pilotar sin experiencia una moto de agua capaz de volar a 40 nudos. Este desafortunado capítulo se tendrá que escribir en la biografía del ex marido de Cristina Onassis y padre de Athina.
Thierry Roussel puso rumbo a Eivissa en vez de a Bora Bora, como después dijo que tenía previsto, y el 20 de agosto por la mañana atracó en Illetes, frente a es Molí de Sal. Seis hermosas jóvenes de países del este europeo navegaban con él y tres de ellas, a las 15,15 horas, se subieron en una potente moto de agua, una Yamaha 1200. Chocaron contra un catamarán cuya hélice arrancó el rostro de Silvia, una esbelta mujer de Chequia de 20 años, destrozó el aparato digestivo de la polaca Suzzana, seis años mayor, y destrozó las piernas de una menor de edad de Eslovaquia. Las dos primeras fallecieron en la isla tras un tiempo en coma y la tercera ya no puede andar.
Lo de menos es quién tuvo la culpa del accidente, pero es lo que se va a intentar dirimir en el Juzgado Penal número dos de Eivissa el próximo tres de mayo. La acusación particular es el propio Thierry Roussel, que reclama una millonaria indemnización al dueño del catamarán, Ulrich Wihelm Auman, un magnate alemán. También acudirán al juicio miembros de la tripulación del yate del empresario español Fernando Fernández Tapias, que se lanzaron al agua cuando vieron brotar la sangre tras la colisión. Una maraña de peritajes y datos técnicos servirán para que el juez decida si la moto en la que navegaban las chicas se cruzó de forma imprudente o si el catamarán del alemán fue lo que las arrolló.