Los principales argumentos de la defensa de Mónica Juanatey quedaron ayer muy tocados con la declaración de cinco forenses. Según relataron, la acusada «ya sabía lo que iba a hacer» cuando su hijo César llegó a Menorca. Le faltaba la oportunidad que encontró en el baño del niño. Todos negaron que padezca ningún tipo de enfermedad mental que reduzca su capacidad para distinguir lo que está bien de lo que está mal o para controlar sus impulsos. Por si fuera poco afirman que no hay ningún indicio médico que justifique que Juanatey no recuerde cómo se produjo la muerte de su hijo César y sí sea capaz de aportar ciertos detalles sobre todo el episodio. El retrato global que pintaron es el de una persona fría y manipuladora: «No tiene sentimientos por nadie».
Con ese panorama, la práctica de la prueba pericial se convirtió en una interminable sucesión de preguntas del abogado de la defensa a la búsqueda de algún clavo al que agarrarse. Se llevó contestaciones de todos los colores: «Toda su biografía está teñida de mentiras, está basada en la mentira»; «no la creemos, no creemos que no se acuerde» o «su falta de lealtad nos lleva a pensar que tiene un trastorno antisocial». El abogado insistió hasta la extenuación durante alrededor de dos horas. En un momento dado, el magistrado presidente reconvino a uno de los forenses con esta frase: «No reitere más. Para eso está el letrado, para reiterar».
Antes de la pericial psicológica, los forenses explicaron su análisis de los restos del pequeño. Según comentaron no había ninguna señal de defensa en el esqueleto del menor. Explicaron que su capacidad para defenderse en un ataque en la bañera era escasa a pesar de ser un niño corpulento para su edad. Por último, concluyeron: «No es una muerte natural, porque de haberlo sido no tiene sentido lo que pasa después. Tiene que haber algo que desencadene eso (el ocultar el cuerpo en la maleta) y es algo violento. Así que también tiran la hipótesis del accidente.