En Madrid, al lado de la calle Menorca, muy lejos de la calle Mallorca, y tras el parque de El Retiro que data de 1613, se encuentra la calle Ibiza, vía ancha, valga la redundancia, producto del ensanche de la Villa y Corte. Cuando Pedro de Répide, personaje pintoresco donde los haya --lucía capa y se decía descendiente de la reina de Chipre-- comenzó a escribir en el periódico La Libertad sus reseñas de las calles matritenses, la calle Ibiza apenas existía siquiera como lindero abstracto de otras. Pero con la posguerra fue creciendo la zona para acomodo de la creciente burguesía más letrada: en esta calle Ibiza de Madrid nació Plácido Domingo y vivieron los escritores Adriano del Valle, Agustín de Foxa, Eugenio García Luengo y Leopoldo María Panero más un buen número de ingenieros de reconocido prestigio.
La calle Ibiza es actualmente rúa con multitud de comercios de varia catadura que lucen en su fachadas el topónimo Ibiza pintado, grabado o alicatado en los más diversos materiales. Varias cafeterías, restaurantes, perfumerías, talleres mecánicos y hasta una sastrería se denomina Ibiza, nombre que lleva también el bonito y racionalista mercado de la zona que data de 1954 más su boca de metro aneja que se terminó en 1986 y que mira a la calle Menéndez Pelayo y a la acristalada biblioteca Eugenio Trías de El Retiro.
Es ésta calle literaria por antonomasia: en uno de los rincones vivió Agustín de Foxa, en el número 35 vivió el gran poeta Leopoldo Panero y allí anduvieron luego sus famosos hijos, los de la célebre película «El Desencanto» de Chávarri. El padre de esa saga de creadores frecuentó las muchas terrazas que siguen siendo habituales en esta calle Ibiza, y de hecho escribió: «Estoy sentado en la terraza cumbre de la calle Ibiza, en la terraza de un bar de retirada muchedumbre». Una placa --la consiguió poner el catedrático de Literatura Javier Huerta-- recuerda en la fachada de ese 35 de la calle Ibiza que allí moró el escritor astorgano. Tras la muerte del poeta, sus hijos, Michi y Leopoldo María, hicieron casi de todo en aquella casa que siguió siendo literaria en los sesenta y setenta. aunque de otra forma, como recordó Vicente Molina Foix: «No conozco las Baleares, pero hace muchos años, aun no cumplidos los veinte, mi isla de recreo estaba en Ibiza». No se refiere el escritor a nuestra isla. sino a lo que supuso aquella casa paneriana con su algarabía en su propio despertar cultural...
Algunos establecimientos de la calle Ibiza no están exentos de sabor: un restaurante hindú, La Bodega de Ibiza, antañona, que todavía guarda viejos barriles rojos; hay una chamarilería en sentido puro, cosa ya rarísima en Madrid, y una librería de viejo en la que no faltan incluso postales ebusitanas de los sesenta con sus macizas en primer plano.
Para rizar el rizo hay también un bar-pasteleria que se llama Balear 2 que acaban de cerrar y que fundó un mallorquín hará cincuenta años, en él hasta hace poco se hacían las ensaimadas como en nuestra tierra, aunque nunca es lo mismo porque cuando el saïm cruza el charco, no sé por qué la ensaimada no sabe igual. Jalonan también en rúa matritense una maternidad, un hospital psiquiátrico (que no tiene nada que ver, afortunadamente, con Ibiza pero que está en la calle Ibiza) y una iglesia de moderna arquitectura bajo la advocación de San Vicente Ferrer que extrañamente guarda una valiosa y casi desconocida talla mariana del siglo XVI. Así es esta Ibiza, la de Madrid.