Hakkinen, que sólo dependía de sí mismo para renovar el título si lograba la victoria, ha realizado una carrera impecable desde la salida, en la que, desde el segundo puesto, superó a Michael Schumacher, quien representaba el mayor escollo en su objetivo. El finlandés llegó a acumular una ventaja cercana a los nueve segundos antes de realizar su primera parada para repostar y cambiar neumáticos y durante tres vueltas, de las 53 de que constaba la carrera, cedió el mando de la prueba a Michael Schumacher.
Mika Hakkinen había llegado a esta última prueba del mundial con cuatro puntos de desventaja con respecto al irlandés Eddie Irvine, entre otras causas, porque su compañero de equipo, el escocés David Coulthard, le había golpeado poco después de la salida en el Gran Premio de Austria, lo que le hizo retroceder a la última posición, y luego en Bélgica, donde le ganó la carrera. Coulthard ha purgado sus males y cuando Michael Schumacher remontaba poco a poco sobre Hakkinen a mitad de carrera, el escocés, que se había dado un golpe y había tenido que detenerse a cambiar el morro del coche, salió justo por delante del alemán, y le retuvo durante un par de curvas, lo justo para que no le sancionaran, y la ventaja a favor de Hakkinen pasó de 6.2 segundos a 9.9.
La desgracia para Schumacher culminó cuando tras su segunda parada para repostar y cambiar neumáticos, volvió a salir de nuevo detrás de Coulthard, quien le volvió a retener lo justo para que Hakkinen contara con una ventaja de 11.3 segundos que le permitía afrontar tranquilamente las quince vueltas que faltaban para terminar la prueba. La retirada de Coulthard, la suspensión delantera y la dirección habían quedado dañadas en el golpe que se dio, daba a Ferrari el título mundial, si no se registraban más cambios en la cabeza de carrera, con lo que Michael Schumacher cumplía su objetivo de ayudar a la escudería a conseguir el campeonato y tampoco forzaba para tratar de arrebatar a Hakkinen el primer puesto, lo que hubiera dado el campeonato a Irvine.
Mika Hakkinen cumplía lo que se esperaba de un aspirante al título mundial y conseguía su quinta victoria de la temporada y decimocuarta de su carrera, por delante de Schumacher y de Eddie Irvine, que una vez más había vuelto a defraudar. Mal en los entrenamientos y en la sesión de clasificación, en la que fue quinto, Irvine acabó realizando una carrera anónima y al final tuvo suerte de no ser doblado por Hakkinen en las vueltas finales, ya que el finlandés levantó el pie del acelerador para conservar la mecánica de su coche y cruzar la línea de meta sin problemas.