FELIPE RECUERO (ROMA)
Minutos antes de la recepción de Papa Juan Pablo II a la totalidad
de la «caravana» del Giro con corredores, directores deportivos y
una amplía representación de la organización se comunicaba que
Marco Pantani estaría en salida lo mismo que el Mario Cipollini,
dos de las figuras italianas más importantes y del pelotón
internacional.
A ese encuentro con el Papa asistieron cerca de 400 personas, entre ellos los campeones, excepto el español Miguel Induráin que por problemas aéreos no pudo desplazarse, estuvieron todos los vencedores que todavía viven de la prueba italiana. La dureza, a priori, parece menor que en las últimas ediciones, aunque no faltan jornadas espectaculares en Alpes y Dolomitas, ya que tres de las etapas terminarán en alto con una cronoescalada, el penúltimo día, con final en la estación de Sestriere. Faltan las denominadas etapas reina y puertos habituales en los últimos años como el Mortirolo o la Marmolada, altos que han sido sustituidos por el Agnello donde estará la «cima Coppi» con 2.748 metros de altitud, el Izoard y Selva Gardena entre otros.
Tan sólo tres llegadas en alto, la primera de ella en la novena etapa con final en Abetone, la decimoctava en Pratonevoso y la cronoescalada de Sestriere.
Junto a esos finales en alto el menú montañoso lo completan las etapas con finales en Selva Gardena en la decimotercera jornada, Bormio en la decimocuarta y Briancon a tan sólo dos días para el final, una especie de aperitivo para la cronoescalada de Sestriere.