Raúl González Blanco, futbolista de profesión, será multimillonario a los 27 años de edad, justo cuando expire "en el 2005" la ampliación de contrato que ha rubricado con el Real Madrid. En esa fecha, el delantero internacional habrá ingresado en su cuenta corriente cinco mil millones de pesetas. Lejos todavía de lo que perciben las grandes estrellas de la Liga Profesional Americana de Baloncesto (NBA), Raúl se ha convertido en el jugador mejor pagado del planeta fútbol y ha quebrado la hegemonía crematística que durante la última década habían ostentado los profesionales del calcio.
Educado en el seno de una familia humilde y criado también en uno de los barrios más probres de Madrid, la figura de Raúl González tiene cabida en cualquier cuento de hadas, incluso personifica "con ciertos matices, por supuesto" el gran sueño americano. Es joven, extremadamente rico y popular; un ídolo del siglo XXI que se limita a intentar meter goles y que a partir de la próxima temporada ganará mil millones al año. Convulsionada la sociedad italiana cuando se hicieron públicas las cifras que iba a percibir el argentino Batistuta en la Roma, el nombre de Raúl es ahora objeto de todo tipo de comentarios, aunque los dos argumentos que soportan el gran debate se circunscriben básicamente a la justicia o inmoralidad del astronómico contrato que le ha servido Lorenzo Sanz.
La corriente que aplaude este tipo de operaciones suele justificarlas reclamando una atención especial a todos los beneficios que es capaz de generar el futbolista en cuestión para la entidad que lo tiene en nómina. De hecho, si el Real Madrid cotizara en bolsa, la renovación de Raúl hubiera incrementado notablemente el valor de sus acciones: el club no vale lo mismo con o sin él.