Alfonso Gil YOKOHAMA
El único patrimonio del fútbol de la República de Irlanda, rival de
España en los octavos de final del Campeonato del Mundo de Corea y
Japón, es su selección nacional, ya que el nivel de sus
competiciones domésticas es muy bajo. Esta situación produce que la
afición de Irlanda, un país que no llega a los cuatro millones de
habitantes, se haya convertido en una de las más numerosas del
Mundial.
En Japón hay una presencia masiva de aficionados vestidos con los colores verde, blanco y naranja del país, que se comportan con corrección aunque sin renunciar a la correspondiente pinta de cerveza japonesa, que nada tiene que envidiar a la europea.
Sin una Liga verdaderamente competitiva, la atención futbolística de los irlandeses se centra en los torneos domésticos de Inglaterra y Escocia, ya que la afición no puede acceder habitualmente en directo a espectáculos de primer nivel.
Sólo la selección permite ir a ver a los mejores futbolistas del país, y por ello, concentra un interés prioritario, una situación muy diferente a la que se produce en el entorno de sus rivales del próximo domingo, los españoles. En España, en cambio, la atención se centra básicamente en las competiciones de clubes y la selección sólo acapara el interés en determinados momentos como pueda ser un Mundial, una Eurocopa o un partido importante de clasificación para uno de estos torneos. Mientras los futbolistas españoles juegan mayoritariamente en el propio país, los irlandeses lo hacen fuera, en Inglaterra todos los que han venido a este Mundial, aunque históricamente también lo han hecho en Escocia.