José Antonio Pascual SUWON
Iker Casillas se convirtió en el héroe de la selección española al
detener una pena máxima durante el partido y dos en la tanda de
penaltis, lo que clasificó a España para los cuartos de final del
Mundial 2002 tras deshacerse en la 'lotería' de una Irlanda más que
correosa, más que complicada.
Como no podía ser menos, ante Irlanda fue un partido sufrido, cerrado y tenso. Estos calificativos habían sido empleados por los jugadores españoles y por José Antonio Camacho en las jornadas previas, y a fe que tenían razón. No obstante lo fue porque el equipo español se empeñó en contradecir su estilo, en no explotar sus virtudes, en atascarse en el centro del campo sin emplear las bandas y en dejar vivo a un enemigo que nunca arroja la toalla.
Con todo, a España, tras un susto inicial de 'Baby Irish', Robbie Keane, se le puso todo de cara con el tempranero gol de un activo e inspirado Fernando Morientes, quien remató con un cabezazo cruzado un preciso envío de Puyol desde la derecha. Fue una acción de estrategia, en un saque de banda de los que le gusta ensayar a Camacho y cogió a la zaga de Irlanda absolutamente desprevenida.
McCarthy apostó muy pronto por el gigante Nial Quinn, un delantero del Sunderland 1'95 metros, para aprovechar los problemas que tiene España por alto, pero no era éste el que inquietaba más a España. Lo era Duff, quien forzó con su velocidad la caída ante Juanfran. El árbitro decretó penalti. La afición del 'trébol' y el 'arpa' rugió como nunca hasta entonces, pero el lanzamiento de Harte fue repelido por Iker Casillas y el posterior remate a bocajarro de Kilbane se marchó fuera.
Camacho tardó algo más en mover sus piezas. Primero retiró del terreno a un hundido e ineficaz De Pedro, por el que salió Mendieta, y luego suplió a Morientes por Albelda para dar más oxígeno al centro del campo y adelantar a Valerón. En cambio, justo al borde del final el sueco Anders Frisk decretó penalti por un claro agarrón de Hierro a Quinn y Robbie Keane no desperdició la oportunidad de forzar la prórroga, a la que llegó mejor moralmente el equipo de McCarthy y además con un hombre más porque Albelda no pudo seguir. España solamente estaba para buscar una acción pausada y encontrar un golpe de gracia y todo se jugó en la lotería de los penaltis.
Ahí emergió otra vez la figura de Iker Casillas, que detuvo los lanzamientos a Connolly y Kilbane.