José Antonio Diego SEÚL
El equipo de Alemania, tres veces campeón del mundo, se bate en
semifinales del Mundial con un intruso iluminado, Corea, en defensa
del honor del fútbol europeo mancillado por las derrotas sucesivas
de Polonia, Portugal, Italia y España a manos de un equipo que se
aferra a sus sueños de grandeza. La marcha triunfal de Corea bajo
la mano sabia de Guus Hiddink, los efectos de la «marea roja», que
alcanzará mañana los siete millones de personas, y el camino
titubeante de los hombres de Rudi Voeller en el Mundial dibujan una
interrogación sobre un partido que en circunstancias normales sería
un paseo militar para Alemania.
Corea, que no había ganado ninguno de sus 14 partidos anteriores en los Mundiales, lleva ya cuatro victorias en 20 días, todas ellas sobre equipos europeos teóricamente superiores.
Hiddink dejó atrás sus dos primeros objetivos (ganar el primer partido en un Mundial y superar la primera fase), condujo a Corea al éxito histórico de ser el primer equipo asiático en unas semifinales y, conocedor de la crisis de juego alemana, sigue teniendo «hambre». Alemania apunta también a un logro histórico. La selección más asidua a las semifinales está a dos pasos de igualar el récord de títulos de Brasil, una posibilidad que aterroriza a Pelé y a la «torcida» brasileña. Los hombres de Rudi Voeller jugarán por ver cumplido su soterrado objetivo de ganar por cuarta vez la Copa, pero también como representante ilustre del fútbol europeo. El Viejo Continente, que sólo dos veces en 72 años ha faltado a la final (en 1930 y 1950), esta en peligro de quedar fuera por tercera vez.
El único precedente entre ambos equipos dio la victoria a los alemanes, pero no antes de sufrir una verdadera humillación ante los coreanos. El «infierno de Dallas» perdura en la memoria de Alemania desde el 27 de junio de 1994, cuando los jugadores alemanes fueron mortificados durante todo el segundo tiempo aun cuando terminaron ganando por 3-2. En el descanso estaba 3-0 delante.