Óscar González SEÚL
La selección alemana, inspirada por el ejemplo de su histórico
capitán Fritz Walter, que murió la pasada semana con 81 años,
alcanzó su séptima clasificación a la final de un Campeonato del
Mundo tras volver a imponer su eficacia para salvar el último
obstáculo, una selección coreana que contó con un ambiente
«infernal» a su favor. Guiados por la memoria de Fritz Walter, el
capitán del equipo que, contra pronóstico, logró el título mundial
en 1954, los jugadores alemanes han luchado contra un entorno
desfavorable para recuperar el prestigio que habían perdido en el
último lustro.
En 1954, Walter y los «héroes de Berna» dieron al pueblo alemán la primera gran alegría de la posguerra, un título con el que recuperar parte del orgullo minado y que situó a Alemania como potencia futbolística mundial. Casi medio siglo después, Rudi Voeller y su selección han sacado al fútbol alemán del profundo pozo en el que cayó después de ser eliminado en los cuartos de final en los dos Mundiales precedentes, de caer en la primera ronda de la Eurocopa y de verse salpicado por el escándalo de drogas del que debía haber sido su técnico, Christoph Daum.
El equipo que capitaneó Friz Walter derrotó en la final a la mejor selección húngara de la historia, que le había goleado (8-3) en la primera ronda y había logrado dos goles durante los diez primeros minutos de la final. Su muerte la pasada semana, sirvió para sacudir la conciencia de unos equipo alemán que se propuso emular al ídolo de sus padres, como indicaron el técnico, Rudi Voeller y el capitán Oliver Kahn.
Por eso, cuando menos pasiones despertaba su juego, después de vivir la fase de clasificación más penosa de su historia y cuando hasta el presidente de la Federación, Gerhard Mayer-Vorfelder, se conformaba con llegar a cuartos, Alemania vuelve a ser finalista para mantener la tradición, para continuar una historia que ya se ha repetido en otras seis ocasiones.