La historia le ha dado una tercera oportunidad al Mallorca, como si se tratara de la nueva entrega de un sueño. Lejos está la final de Madrid, cuando el fútbol empezaba a verse en color, o aquella escena de Hesp con el puño al aire después del fallo de Eskurza. Atrás han quedado aquellas miserias, esas imágenes de Beltrán llorando en el palco o de Son Sant Joan repleto de aficionados lamiendo las heridas de una plantilla rota. Un gol de Ibagaza y la renta de Riazor han convertido al equipo de Gregorio Manzano en finalista, en aspirante al título, y le han abierto de par en par las puertas de Europa. Ni la diana de Fran a poco del arranque, ni la insistencia de Luque, ni un primer tiempo lleno de escombros; nada pudo evitar que el Mallorca certificase su ingreso en la final.
Luque desde el inicio. El delantero catalán tuvo una aparición esquizofrénica por la cita, lanzando carreras, diseñando desmarques y construyendo acciones de ataque. Irrumpiendo siempre desde la izquierda, el futbolista de Terrassa advirtió desde el primer minuto que esa debía ser su noche, y antes de que se cumplieran los dos minutos de juego ya se había acercado al gol tras un servicio de Scaloni desde la derecha. Poco después Leo Franco tuvo que repeler uno de sus escorzos y a renglón seguido, allá por el minuto 12, envió alto un golpe franco desde la derecha.
Con todo el peso ofensivo en la mochila de Luque y el Mallorca retrocediendo, el Deportivo tardó poco en desatar las hostilidades; fue tras un balón que cayó en las botas del atacante deportivista, que se marcó una zancada galáctica que selló a Soler, apuró hasta el fondo y sirvió al área. Fran que llegaba desde la segunda línea, empujó a la red y reventó el encuentro (minuto 20).
El descanso le sirvió a Irureta para prescindir de Tristán -que había sido silbado, al igual que Luque- y para darse cuenta de que Valerón era imprescindible. Con todo, el equipo isleño mejoró su aspecto, porque el cuero empezó a rodar por los pies de Ibagaza y porque el grupo gallego empezó a sentirse amenazado.
El partido iba oscureciéndose, pero llegó el gol de Ibagaza y todo cambió de color. La figura de Harold Lozano emergió en un saque de esquina, el colombiano colocó el balón en el área chica y Ariel Ibagaza marcó de fuerte disparo con la izquierda (minuto 84). El Mallorca acariciaba el sueño. La grada empezó a echar cuentas y todo cuadraba.