Real Madrid y Sevilla saltarán mañana el miércoles al césped del Santiago Bernabéu dispuestos a superar el penúltimo listón previo a la final de la Copa del Rey, en el primer asalto a las semifinales, que un día después enfrentarán en Mendizorroza a Alavés y Zaragoza.
Las manos de Emilio Butragueño, director general deportivo adjunto del Real Madrid, y Enrique Pérez, asesor jurídico del Alavés, emparejaron en el sorteo del pasado viernes a madridistas y sevillanos, apenas dos meses después del inolvidable partido entre ambos en liga, el 9 de noviembre en el Sánchez Pizjuán.
El 4-1 que los andaluces endosaron a los de Queiroz será uno de los referentes de esta temporada, porque hasta el momento es la mayor goleada encajada por el líder y porque todavía se arrastran sus consecuencias. Las últimas las incorporaciones de José Antonio Reyes al Arsenal y de Rubén González al Borussia Moenchengladbach.
Aquel fin de semana el Real Madrid acudió a Sevilla con todos sus nombres propios, salvo Roberto Carlos, sancionado, y Michel Salgado, lesionado, lo que obligó a Queiroz a modificar la defensa, con Pavón y Raúl Bravo en los laterales, junto a Helguera y Rubén como centrales.
El recital de Reyes, ayer debutante en el Arsenal inglés, que superó con creces a Pavón, y el acierto del uruguayo Darío Silva, facilitó, con ayuda de la inédita defensa madridista, que los blancos encajaran 3 goles en el primer cuarto de hora de un partido, que dejó sin habla a los que llaman galácticos. Queiroz no titubeó y responsabilizó a Rubén con su decisión de sentar al canterano a los 26 minutos de un partido, que ya estaba perdido. Las lágrimas del chaval, ya en el banquillo, llenaron periódicos y minutos de radio, además de anunciar la marcha del jugador, desde hace unos días cedido al Borussia Moenchengladbach alemán.