Óscar González|LITUANIA
Cuatro puntos y quince minutos de buen juego fue todo lo que sacó
la selección de Aragonés de sus partidos contra Bélgica y Lituania,
un botín que no oculta los problemas que atraviesa un equipo
nacional que sigue sin remontar el vuelo.
Bajo el síndrome de la Eurocopa, España no ha mostrado demasiados síntomas de recuperación y el tiempo de gracia concedido al nuevo entrenador comienza a agotarse.
«El equipo tiene que salir al campo convencido de jugar bien y de que va a ganar. Luego, puede pasar otra cosa, pero tiene que haber ese convencimiento», afirmó Luis Aragonés la víspera del enfrentamiento contra Bélgica. Pues ese convencimiento, que de alguna forma existió en la victoria contra Bélgica (2-0), desapareció cuatro días después, cuando se convirtió a Lituania en una selección de primer nivel, a base de temores y precauciones.
Lejos de salir reforzada de una semana que se consideraba decisiva, la selección ha aumentado sus dudas, porque sigue sin un estilo definido.
Ante Bélgica, Luis Aragonés ilusionó con un equipo muy joven (24 años de promedio) y ofensivo, que durante el primer cuarto de hora jugó muy bien, pero sufrió un súbito apagón, del que le rescató Albert Luque. El seleccionador, sin embargo, pareció perder la confianza en ese grupo de jugadores, a los que consideró demasiado «blandos» para fajarse sobre un mal terreno de juego, con temperaturas bajo cero y ante un rival incómodo.
Aferrada a la «media inglesa» (vencer en casa y al menos empatar fuera), la selección española mantiene intactas sus opciones de clasificación al Mundial de Alemania, pero no ilusiona a una afición desencantada desde la Eurocopa.
De todas formas, el técnico tiene el apoyo de los jugadores. «Aragonés tiene su forma de jugar y hay que apoyarle», afirmó ayer Tristán. «La imagen que está dando la selección no es la mejor, aunque a Aragonés hay que darle tiempo», dijo por su parte, Fernando Sanz.