Luis Villarejo|BRATISLAVA
La selección española espera recibir hoy su pasaporte para el
Mundial 2006, un reto sencillo tras el contundente 5-1 de la ida en
la repesca, pero además Luis Aragonés y su colectivo desean salir
de este embrollo con la cabeza alta, dando buena imagen en
Eslovaquia y dejando un punto de esperanza para el futuro. Ganar y
convencer. Ese es el objetivo de los internacionales españoles.
Ahora que el equipo va sin frenos hacia el éxito, con la euforia y
optimismo como bandera, el equipo de Luis cuenta hoy con una
autoestima de la que hasta la fecha no disfrutaba. Dice Luis que
España cuenta con un 99,9 por ciento de estar el próximo verano en
Alemania. Sólo un milagro puede aliarse con Eslovaquia, una
selección más débil de lo que se preveía y que apela al victimismo
como argumento para intentar «calentar» un compromiso que no tiene
vuelta de hoja. España lo tiene todo a su favor.
Luis Aragonés hará algunos cambios. El primero, obligado por la baja de Albelda por sanción, lo tiene claro. Xabi Alonso asumirá su plaza. La segunda novedad, la aparición de Antonio López en el lateral izquierdo que en Madrid ocupó el sábado Asier del Horno. Además, el puesto de Luis García lo podría ocupar David Villa. Aunque también tiene opciones Baraja. Ayer, en el ensayo previo a la convocatoria ya se pudieron ver más pistas. Las demás modificaciones aparecerán en el segundo tiempo. Puyol y Raúl saldrán de titulares. Y los dos se quedarán seguro en el descanso en la caseta. Si no hay nada anómalo, los reservaría Luis para el gran clásico del fin de semana Real Madrid-Barcelona del estadio Santiago Bernabéu. Sergio Ramos y Morientes tendrán minutos seguro.
España sale con la moral por las nubes. Hay un antes y un después del partido del Vicente Calderón. Los 800 metros que separan la estación de metro de Pirámides de la puerta cero del estadio del Manzanares jamás podrán olvidarlos los jugadores. Dos horas antes del partido de la ida, el autobús del equipo nacional español circulaba a diez por hora, a punto de calarse al verse rodeado de miles de adolescentes. Aquellas caras de ilusión de esa gente, empapada por la fuerte lluvia que caía en ese momento, transformó el ánimo de un equipo que hasta ese instante se sentía solo y sin apoyo. Cuenta Luis Aragonés que ese pasaje de ánimo ha sido determinante. «Hasta los que llevaban manga larga, se les puso la piel de gallina», apunta el técnico. Y es que España ha ganado confianza. Basta con ver los rostros de los jugadores. Ultimamente caminaban mustios por los aeropuertos. Ahora todo son bromas. Luis comienza ya a mandar mensajes. Entiende que al Mundial, de entrada, hay que ir a disfrutar. Pero también a competir. Con los pies en el suelo, sabe que el lugar de España no pasa por estar entre los cuatro primeros. Pero sí hay un resquicio para colarse en la mesa de los grandes que comanda Brasil.