Lo que tenía que ser el Mundial de Ronaldinho -probablemente habrá habido unos 257 futbolistas más entonados que él durante el torneo- va camino de convertirse en la traca final de la era Zidane. Francia, esa selección que casi todos ninguneamos desde hace tiempo y que enterramos nada más conocer su cruce con España, ha puesto el campeonato patas arriba, aunque en el fondo no ha hecho más que aplicar la lógica. Brasil, lo más parecido al Real Madrid que existe en este universo paralelo de las selecciones, se olvidó dejogo bonito (no recuerdo haberlo visto en todo el Mundial) entregó las armas y protagonizó el fiasco más sonado de los últimos tiempos. En cualquier caso, el terremoto de ayer nos garantiza seguir disfrutando de Zizou otros dos partidos y eso, además de no tener precio, resulta más gratificante que soportar el juego anárquico y sin sentido de la canarinha.
Portugal tampoco va de farol. La selección comandada por el brasileño Luiz Felipe Scolari engordó su lista de víctimas a costa de Inglaterra e igualó la mejor clasificación de su historia. El cuadro ibérico, que hasta este Mundial sólo había pasado una vez de la primera fase (esta es su cuarta participación en el torneo), se puso a la altura de aquel combinado que de la mano un joven mozambiqueño llamado Eusebio maravilló al mundo en el año 1966. En aquella ocasión, los lusos se quedaron a las puertas de la final por culpa de Inglaterra, pero ayer se cobraron todas las deudas que aún faltaban por liquidar y redactaron una de las páginas más gloriosas de su trayectoria futbolística. Con la generación de oro apurando sus últimos minutos sobre el campo y el recuerdo aún fresco del bofetón encajado durante la última Eurocopa (perdió la final ante Grecia y en casa), Portugal dio un puñetazo sobre la mesa para rebelarse contra su destino y colarse entre los cuatro equipos más cualificados del planeta. Inglaterra en cambio, sigue amontonando fracasos en las grandes competiciones y en sus siete últimas citas mundialistas sólo ha cruzado en una ocasión la frontera de los cuartos de final, y de eso hace ya dieciseis años.