Jorge Muñoa|HIROSHIMA
Serbia y Montenegro, actual campeona del mundo, va a defender el título conquistado hace cuatro años en Indianápolis como heredera de la extinta Yugoslava gracias a una invitación de la FIBA para participar en el Mundial de Japón 2006, que amplia la relación de selecciones participantes a veinticuatro y espera con expectación la final del próximo 3 de septiembre para saber quien reina en el «planeta basket».
Así están las cosas. El nivel del baloncesto internacional, como les gusta denominar al juego que se practica fuera de los Estados Unidos a los inventores de este deporte, no ha parado de crecer. Los estadounidenses acabaron sextos en su propia casa en 2002. Argentina, Yugoslavia y España terminaron con el reinado de los profesionales de la NBA.
Los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 terminaron de rematar al moribundo equipo nacional de la liga más poderosa del mundo. Y es que el baloncesto mundial ya no es el mismo. Los continuadores de la antigua Yugoslavia, Puerto Rico, Turquía e Italia han conseguido plaza entre las veinticuatro aspirantes al título gracias a una «wild card» de la FIBA, dos palabras que en español puro y duro significan que las cuatro pisan el suelo japonés gracias a una cordial invitación y no a sus méritos dentro de la cancha.
El torneo japonés ha ampliado el cuadro de participantes de los dieciséis inscritos hace cuatro años en Indianápolis a los veinticuatro que el próximo sábado partirán de la línea de salida en las ciudades de Sendai (Grupo A: Nigeria, Líbano, Argentina, Francia, Venezuela y Serbia y Montenegro), Hiroshima (Grupo B: Panamá, Nueva Zelanda, Alemania, Japón, España y Angola), Hamamatsu (Grupo C: Qatar, Australia, Turquía, Lituania, Brasil y Grecia) y Sapporo (Grupo D: Senegal, Estados Unidos, China, Italia, Puerto Rico y Eslovenia).
Estas cuatro ciudades y Saitama, sede de la fase final en las faldas del Fujiyama, a cuarenta kilómetros de Tokio, acogerán los sesenta partidos que faltan para desvelar el nombre del campeón del mundo 2006. Los favoritos abundan: Estados Unidos, España, Argentina, Grecia, Francia... Entre ellos y en otras selección afloran los jugadores con sello NBA, un territorio que ya no es coto privado de los estadounidenses, en una prueba más de la metamorfosis que está experimentado a velocidad de vértigo el baloncesto desde la década de los noventa.