La prueba comienza con 15 minutos de retraso: los organizadores tienen que apartar las embarcaciones de recreo que están en la travesía a nado y que pueden poner en problemas a los participantes. Pero a estos últimos parece que los que más le molesta la cinta que intenta mantenerlos a todos en sus puestos antes de la salida.
Así, cuando los jueces no miran, los más avispados la levantan con la intención de que nada se interponga entre ellos, el mar y, por supuesto, la victoria. A las 09, 45 de la mañana los jueces, por fin, dan el pistoletazo y los triatletas salen en estampida hacia el agua.
El chapoteo incial causa la risa a alguno de los familiares de los deportistas que observan desde la playa el evento. Lo normal ante tanta efusividad es que alguien salga herido. Por desgracia, así fue. Entre el millón de brazos y piernas, uno de los competidores recibe un golpe en el rostro que le hacen saltar las gafas de inmersión. A pesar de quedar herido, decide acabar la travesía a nado. Sin embargo, no está en condiciones de terminar la carrera. Es la primera baja.
Entre tanto, mientras los nadadores se dirigen a la primera boya, la atención se centra en un competidor que no ha tomado la salida. Está en las rocas tocándose el tobilllo. «Se ha retirado», comenta el público pensando, quizás, que se había lesionado. La realidad es otra: tiene problemas con el chip que sirve a los organizadores para controlar los tiempos de los participantes. La intervención de uno de los jueces hace que el competidor pueda salir nadando detrás de sus rivales, pero estos ya son pequeños puntos en el horizonte. «No creo que los alcance ya», opina un hombre que observa la escena.
Aproximadamente, los 10 minutos, salen los primeros participantes del agua. Son Javier Cardona, Albert Ribas y Aritz Rodríguez. Van hacia sus bicicletas y, parece, la parte más complicada de la carrera: son 13 kilómetros en los que se llega hasta la torre de Cala Compte. Efectivamente. En muchos tramos, los participantes deben bajar de sus vehículos y correr con ella debido a la dureza de pedalear sobre un terreno excesivamente hostil. Aquí se cobra la mayor parte de las víctimas de esta edición. «Cuatro curas leves por caídas», confirma la organización que se congratula de que este año no haya habido «medusas».
Los cuatro últimos kilómetros a pie acaban por definir las posiciones. Cardona y Rodríguez, que han dominado la mayor parte de la prueba, no pueden con el ritmo que imponen las piernas de Lucas Chirico que inicia la última etapa como una exhalación. El participante bate en casi dos minutos el récord de la prueba que su amigo, Pedro Ventura, marcó en 2011. Sin embargo, más allá de marcas, todos los participantes y asistentes pasan una excelente mañana. Los primeros, por la satisfacción de superar una prueba física tan exigente. Los segundos, por ver el espectáculo que genera uno de los deportes más emergentes. En la línea de meta, se suceden los vítores y los aplausos. Los triatletas que llegan al final del duro recorrido saludan a sus familiares, bailan y bromean con los jueces. Uno de ellos, incluso, hace una pirueta antes de entrar en la meta. Muchos repetiran la experiencia el año que viene. Y es que, en esta clase de pruebas, lo importante -además de participar- es llegar.