Uno de los aventureros importantes de su tiempo fue fray Rosendo Salvado (1814-1900), que evangelizó una de las zonas más remotas del Planeta, Nueva Nursia, localidad cercana a la actual Perth, Australia. Desde Perth hay un autobús que te deja allí. La pega es que no se puede ir y volver en el día. En Nueva Nursia, el padre Rosendo fundó un monasterio benedictino cuyo objetivo era ‘civilizar' a los aborígenes de Australia Occidental.
Rosendo era pontevedrés de Tui. En 1838 embarca en Vigo con José Benito Serra y en 1845 es recibido por el papa Gregorio XVI, que le da la venia para evangelizar Australia y crear un obispado. Hacia 1845, fray Rosendo zarpa del puerto de Gravesand en la fragata Isabella. Tras 113 días de viaje llegó a Fremantle. Toda esa zona australiana hacía poco que había sido algo colonizada.
Hasta 1820, la mitad del oeste de Australia estaba despoblado y sin dueño. En 1826 se estableció un puesto militar en Albany y, en 1829, cuando el capitán Charles Fremantle desembarcó en la desembocadura del río Swan, anexionó el territorio al Imperio Británico. Un mes después, el capitán James Stirling y su pequeño grupo de colonos alcanzaron el río Swan.
Entonces, el capitán decidió establecer dos asentamientos. Uno era Fremantle, en la boca del río y que funcionaría como puerto. El otro asentamiento, río arriba, se llamó Perth. A Fremantle y Perth llegó fray Rosendo, que se adentró y fundó en 1847, a unos 130 kilómetros, un monasterio benedictino. A la localidad la denominó Nueva Nursia (New Norcia).
Entre los que trabajaron con el obispo Salvado había un grupo de frailes mallorquines. De hecho, su sucesor como abad fue un ibicenco, Fulgencio o Fulgentius Torres (1861-1914), formado en Montserrat. Este ibicenco se encargó de la abadía de Nueva Nursia en 1901, con lo que era el jefe espiritual y seguro que aficionado del equipo de críquet fundado por su antecesor.
Cuando el padre Fulgencio llegó a Nueva Nursia, se encontró con un pueblo civilizadísimo con su oficina de Correos y Telégrafos, comisaría, palacio de Justicia, muchos aborígenes viviendo allí y un estupendo equipo de críquet.
La labor de fray Fulgencio fue ingente. Evangelizó nuevas zonas de Australia e hizo algunos viajes realmente penosos a territorios entonces completamente desconocidos por los occidentales. Aquellos religiosos baleares, sin duda, fueron aficionados al críquet y crearon uno de los grandes equipos australianos de este deporte de todos los tiempos, el denominado The Invincibles.
Ellos pensaban que una de las formas para evangelizar era que los aborígenes se aficionaran, no al alcohol como sucede ahora, sino al críquet. Los Invencibles causaron sensación entre 1879 y 1886, y ganaron a los mejores equipos. Era un equipo formado exclusivamente por aborígenes. Duró hasta 1906, año en que comenzó su declive, por lo que el abad Fulgencio pudo disfrutar de su juego, de su equipo, por lo menos durante cinco años.