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Los piragüistas de oro regresan a Ibiza

Josep Ramón, Bruno García y Arnau Pérez posan ayer con sus medallas en el aeropuerto de Ibiza.

| Eivissa |

Los palistas de oro del Club Nàutic Sant Antoni regresaron ayer a Ibiza a primera hora de la mañana provenientes de tierras asturianas. Allí, en el embalse de Trasona, lugar donde entrena el medallista olímpico Saúl Craviotto, Bruno García en el K-1 cadete B y el propio García junto a sus compañeros del K-4, Hugo Prendes, Josep Ramón y Arnau Pérez, hicieron historia al proclamarse vencedores en el Campeonato de España de Pista de Jóvenes Promesas para categorías infantil y cadete. El resto de los piragüistas del club que viajaron a Asturias fueron Karla Martín, Carolina Hortensius, Eros Navarro y Rubén González.

La delegación pitiusa, cansada pero feliz, aterrizó sin Hugo Prendes, que aprovechó el viaje para quedarse de vacaciones con su familia asturiana. En el aeropuerto de Ibiza, Bruno García, con las dos medallas al cuello, reconoció que, aunque sabía que era posible, lo cierto es que no contaba con llevarse el oro del K-1. Sí soñaba con hacer un buen papel: «No me lo esperaba la verdad. Yo nunca me había llevado una medalla en individual, pero sabía que podía». Una confianza inspirada por su entrenador Eduardo Prendes: «Edu me lo había dicho. Él confiaba en que podía y Edu no es muy de predecir resultados». Sobre la prueba, relató que se puso en cabeza a mitad de la carrera. «Faltando 200 metros pensaba que me iban a pasar todos. No creía que fuese a llegar, pero aguanté», señaló.

Fue la primera medalla que cayó en el campeonato, pero no la única. El K-4 llegó el domingo, una presea mucho más sabrosa para Bruno García. «Me sentí mucho mejor con el oro del K-4 que con el individual. Ganar los cuatro y celebrarlo juntos es más bonito que celebrarlo solo. El trabajo de equipo es muy importante», aseguró.

EL FRUTO DEL TRABAJO

El metal se gestó con un gran inicio. «Salimos muy fuertes y nos pusimos en cabeza. La verdad es que estábamos muy nerviosos, porque íbamos primeros y veíamos a unos subir y cada vez más cerca. Uno se decía: ‘No puede ser. No puede ser que nos van a pillar a 20 metros'. Afortunadamente, al final, no fue así y pudimos respirar», relató Arnau Pérez. El equipo del CNSA no era uno de los grandes favoritos, pero los palistas habían quedado cuartos en la Copa de España, una prueba para la que habían entrenado juntos «muy pocas veces». «En la Copa no íbamos muy acoplados y quedamos cuartos, así que sabíamos que podíamos sacar medalla e incluso quedar primeros», comentó Bruno García.

Esta opinión la compartía su entrenador. «No teníamos tiempos, pero sí que veíamos que iban muy bien en cuanto a acoplamiento y en cuanto a ritmo. Sabíamos que podían estar delante, pero primeros era más complicado. En semifinales ganaron su serie con el mejor tiempo y, luego, hicieron un carrerón», explicó Prendes.

Uno de los aspectos básicos en los que se fraguó este éxito fue en las muchas horas de entrenamiento. Bruno bromeó con que en los últimos meses fue «demasiado», algo que suscribió Josep Ramón, pero con un matiz: «Fue demasiado, pero se agradece bastante entrenar tanto. Ha costado mucho esfuerzo, pero la medalla está muy bien. Ha valido la pena».

Y eso que la preparación que no pudo ser la mejor por las condiciones propias de Ibiza. A diferencia de sus competidores, que entrenan en embalses y aguas tranquilas, los palistas del CNSA lo hacen en el mar y rodeados de barcos. «Es muy frustrante. He llorado tres veces de rabia por el hecho de entrenar y llevar tres o cuatro series y saber que hemos hecho todas mal. Saber que nuestros rivales entrenan en embalses y nosotros lo hacemos con barcos pasándonos por al lado es horrible y la impotencia es tremenda», declaró García.

En la misma línea se mostraron sus compañeros y su entrenador. «Cambia muchísimo estar entrenado aquí y luego ir a competir a un embalse. Es algo completamente diferente», sentenció Pérez. Tal es la diferencia que aseguraron que el jueves, en el primer entrenamiento, no querían salir del agua porque era la primera vez en tres meses que no se encontraban con olas.

Pese a la frustración, Eduardo Prendes tiene claro que se está haciendo un gran trabajo con unos chavales «muy comprometidos». Estos títulos son la prueba. «Las medallas son un estímulo para seguir trabajando igual o incluso mejor. Te dan una motivación extra», concluyó Prendes.

Entre las edades de siete y nueve años, este grupo de jóvenes decidió coger los remos. El último en llegar fue Bruno García en 2012. Desde entonces, son seis temporadas entrenando codo con codo que se han visto recompensadas con un baño de oro.

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