La isla despertó con un sueño, con una ilusión que nunca antes se había vivido, y almorzó con la realidad. Y, afortunadamente, coincidieron. La Unión Deportiva Ibiza es de Segunda División, una expresión que nunca antes en la historia se había podido pronunciar. El salto al profesionalismo se ha producido por fin después de que el equipo celeste tumbara al UCAM Murcia en la final por el ascenso a la denominada Liga SmartBank. ¿Increíble? La verdad es que no, porque se lo ganó a pulso durante todo la temporada y exhibió hechuras suficientes como para dar forma al deseo de todo aficionado al fútbol en las pitiusa mayor.
Un halo de esperanza envolvía a cada amante del deporte pitiuso desde primera hora de la mañana. Son ya varios días los que se lleva hablando de esa posible gesta a la que ya le sobra el adjetivo, porque ahora es gesta a secas, a secas pero en mayúsculas. Balcones, comercios y hasta el propio Consistorio lucían banderas, bufandas y camisetas de la Udé. Los ánimos estaban por las nubes y la confianza era máxima en el conjunto ibicenco, la misma con la que Ekain, en el minuto 69, se apoderó de la pelota para ejecutar un polémico penalti –el árbitro castigó la falta fuera del área y, a instancias del juez de línea, señaló correctamente el punto de los 11 metros– que se tradujo en un ascenso. El lendakari no titubéo y mandó el esférico lejos del alcance de Biel, que esperó en el centro por si al durangueño se le ocurría lanzar a lo Panenka.
La explosión de júbilo hizo temblar los cimientos del Nuevo Vivero de Badajoz, donde un millar de fieles celestes arropaba a los suyos, y de toda una isla volcada con la causa. Cientos de celestes reventaron de alegría en el campo, en los bares y en sus casas con el, a la postre, solitario tanto celeste, suficiente para encarrilar la victoria en partido de fútbol más importante de la historia en las Pitiusas.
Es cierto que el año pasado había jugado el FC Barcelona en Can Misses y que este mismo curso los celestes noquearon al Celta de Vigo, también de Primera, en la competición copera. Sin embargo, el salto a la Liga de Fútbol Profesional es algo mucho más trascendente que un efímero día de fiesta. Ahora, la diversión será quincenal, con una repercusión absoluta. Cada dos semanas, un equipo profesional visitará la isla y, si la pandemia lo permite, otro turismo aterrizará en la isla fuera de temporada.
Dejar la portería a cero estaba siendo clave a lo largo del curso y en este playoff resultó crucial. Ni el Real Madrid Castilla ni el UCAM Murcia, los dos rivales más duros que podía tocarle al cuadro unionista en los dos sorteos, fueron capaces de superar el muro celeste. De hecho, el mayor susto que se llevó Germán ayer se lo dio un compañero, Goldar, que cerca estuvo de firmar un autogol en el primer tiempo de no ser por la manopla que sacó el guardameta.
El tanto de Ekain tenía sabor a ascenso. No en vano, el empate le bastaba a la UD Ibiza para lograr el objetivo. Eso sí, unas tablas antes del minuto 90 significarían la disputa de una prórroga como la ya vivida contra los madridistas en semifinales.
Davo pudo disipar cualquier tímida duda en la recta final al plantarse solo ante el portero, pero disparó al larguero. Afortunadamente, esa diana no fue necesaria. La Udé echó el cerrojo a su puerta y se transformó en la Muralla China. El árbitro hizo sonar el silbato en el minuto 95 y una mezcla de sensaciones invadió a todo aquel que estaba pendiente de este hito. El ascenso era y es real.
Cuando Segismundo pensaba en la vida yen su suerte, afirmaba que «la vida es sueño y los sueños, sueños son». Si el escritor Calderón de la Barca levantara la cabeza y residiera en la isla, a buen seguro que cambiaría esa expresión. Porque aquí, en Ibiza, los sueños se hacen realidad. Que se lo digan a la UD Ibiza, que acaba de reescribir la historia del fútbol pitiuso. No se froten más los ojos. Bienvenidos al fútbol profesional.