Jesús Prieto (San Sebastián, 21 de mayo de 1959) ha dejado de ser presidente del HC Eivissa, cargo que ahora ocupa Jaume Marí. El ya exmandamás del club naranja pone fin a diez años como máximo responsable del club y más de dos lustros inmerso en el club, donde también realizó otras funciones.
—¿Cuál es el motivo que le ha llevado a dejar la presidencia?
—El motivo es el cansancio después de diez años. Mi trabajo, el que me da a comer, también se ha incrementado y me impide llevar correctamente el HC Eivissa, que me daba mucho trabajo. Mis funciones, aunque fuera presidente, eran de administración, pagos, tesorería... Eran muchas dentro del club.
—¿Qué diferencia ve entre el club al que usted comenzó a presidir en 2013 y el de ahora?
—No tiene nada que ver. El presupuesto inicial cuando yo llegué se ha multiplicado casi por nueve. Fíjate entonces en cómo ha crecido la burocracia, el papeleo y todas las gestiones que hay que hacer. Cuando cogí el club, económicamente estaba bien pero, a mi entender, en una línea muerta, en stand by. Cuando estábamos en la Liga Autonómica, había gente de la directiva que no quería ascender por miedo a toda la parte burocrática y económica que conllevaría. Yo tomé la responsabilidad y me lancé a Nacional. Fue el despegue de un club que, como dije, estaba en una línea muerta. Creo también que poca gente confiaba en los que cogíamos la directiva porque no éramos gente de balonmano puro y duro, sino más bien de administración o control de empresas. Viéndolo con perspectiva, pocos creían que lo sacaríamos adelante. Hubo gente de la directiva que se fue porque no creía en nosotros.
—¿Cómo fueron esos inicios?
—Empezamos tres o cuatro en ella y, a base de esfuerzo y constancia, tiramos para adelante y el club empezó sobre todo a moverse porque estábamos en Primera Nacional. En la Liga Autonómica no venía nadie a los partidos, pero en Primera Nacional llenábamos Es Pratet. Luego, el ascenso a Plata fue una de las decisiones más valientes que tomamos. Ha significado un cambio importantísimo y esto se ha profesionalizado más. Ahora, tengo que decir adiós. Me voy con añoranza al pensar en todo el trabajo que se ha hecho atrás, sobre todo al inicio, porque prácticamente tres personas llevábamos la caja, el bar, poníamos las banderas y hasta hemos pasado la mopa. Entre el agotamiento y que el club crece, hay que dejar paso a ideas nuevas. Yo quizá me he quedado un poco anticuado. Tengo 64 años y toca mi jubilación. No es que haya dimitido. Simplemente, ha llegado la hora de jubilarme y de que llegue gente nueva, que siempre es bueno.
—¿Cómo evaluaría su etapa al frente del club?
—He hecho una carta de despedida para la revista del sábado y digo que me voy con la sensación del deber cumplido. Lo he dado todo, he involucrado a mi familia y he defendido el club como si fuera mío. Cuando he visto que no puedo dar todo es cuando doy un paso al lado.
—¿Qué futuro le augura a Jaume Marí y al HC Eivissa?
—Yo espero y le deseo lo mejor. Cada vez los retos son más importantes. A Jaume le deseo lo mejor como no puede ser de otra manera. Es un club al que le estaré eternamente agradecido y que a mí me ha dado mucho.
—Cada año se hacen inversiones en jugadores de fuera. ¿Se puede soñar alguna temporada con luchar por el ascenso o es algo que queda grande?
—Hace dos años estuvimos cerca . Todo es cuestión de dinero. Si queremos traer jugadores de nivel para ascender, eso tiene un coste. Habrá que valorar si somos capaces de asumirlo. Creo que hay que ser un poco más prudente porque estamos al límite en ingresos, pero yo ya me quedo a un lado y que sea la nueva directiva la que opine y tome decisiones. Para subir a Asobal hace falta más dinero. Todo depende de lo que se quiera arriesgar.
—Después de todos estos años, ¿cuál es el mejor y el peor momento que guarda en su memoria?
—El mejor y también más complicado es el del ascenso a Plata. Cuando nos lo comunicaron durante la pandemia, estábamos primeros y, por tanto, ascendíamos directamente a Plata. Me temblaban las piernas por la responsabilidad, pero eso significó para Ibiza y Baleares una alegría inmensa. En cuanto al peor sólo puedo decir que hubo momentos complicados deportivamente y de opiniones diferentes, pero está olvidado.
—¿Qué hará ahora sin dedicarse al HC Eivissa?
—Pues es un problema que tengo porque más del 50 por ciento de mi tiempo era para el balonmano. Cuando comuniqué que lo dejaría, mi única obsesión era que mis funciones se repartieran. No quería que se parase el club. Me decían que yo era imprescindible pero nadie lo es. Se han repartido mis funciones y creo que ahora las llevan entre tres personas. Me quedan las tardes libres y me dicen que me apunte a pilates (risas). Haré algo de deporte porque el balonmano está descartado. Eso sí, si algún compañero me llama para alguna consulta, estoy para apoyar.