Aunque la clasificación confiere al Mallorca un papel estelar, sus argumentos siguen estando muy lejos de los que manejan los aristócratas de la Liga. Lo advirtió el Sevilla, lo volvió a recordar el Barça y lo certificó anoche el Madrid. El equipo de Manzano, que seguramente peleará hasta el último segundo del torneo por meterse en la Liga de Campeones, es incapaz de doblegar a la lógica cuando tiene delante a uno de los grandes y ayer, pese a su buena predisposición, acabó tirado sobre la lona. Sobre todo, porque tenía enfrente a uno de los conjuntos más letales que ha conocido últimamente el torneo y porque permaneció toda la noche en el punto de mira de Cristiano Ronaldo. El jugador más caro del mundo justificó en Son Moix algunos de los caprichos de Florentino y además de firmar un hat-trick pernicioso, desplazó a la escuadra isleña hasta la quinta posición (1-4).
Bien alertado por la goleada del Sevilla, el Mallorca decidió presentarse a la batalla enseñando los dientes. Liberado de cualquier posible complejo, el equipo bermellón destapó el encuentro dispuesto a apropiarse del gobierno mediante la posesión del cuero. Y lo consiguió, aunque fuera con la colaboración del conjunto blanco, que se sumergió en el partido en pijama, como si no le fuera nada en juego. Los locales, por su parte, no se andaban con rodeos. Agarrados a la clarividencia de un Borja extramotivado y apretando todas las tuercas en la zona ancha, afilaban su juego en dirección a Casillas a la caza de algún gazapo. La buena lectura en ese prólogo de la función deparó rápidamente beneficios en forma de ocasiones. Curiosamente, la más clara de todas acabó contra la red impulsada por Aduriz, aunque Clos Gómez anuló la acción al apreciar que Castro se encontraba en posición incorrecta. Sirvió de poco la jugada, aunque al menos encendió a la grada y arrinconó un poco más al Madrid en la frontera de su área. Primera advertencia.
Con el viento a favor, el Mallorca acumuló hasta tres ocasiones para adelantarse, aunque tuvo que esperar a que se rebasara la verja del primer cuarto de hora para delimitir su parcela. Volvió a sacarle el jugo la escuadra isleña a su pizarra y tras un saque de esquina descorchado por Julio y desviado por Arbeloa, Víctor metió la pelota en harina y la mandó al área pequeña, donde apareció Aduriz para perforar el marco de Casillas con un delicado cabezazo (minuto 16).
Paradójicamente, el gol supuso el principio del fin para el Mallorca. El Madrid, que necesita que le claven alfileres para despertarse de la siesta, se arrenmangó de inmediato. Empezó a presionar, obstruyó la línea de creación del Mallorca e inclinó el campo hacia el otro costado. Higuaín arañó el empate con un eslalom magistral que sólo supo interpretar Aouate, y con el cielo abierto, su equipo se vino arriba. El Mallorca, con Castro lanzando puñales, seguía fabricando peligro al contragolpe, pero ya no tenía el balón, con el riesgo que eso conlleva.
El cambio de escenario se completó en cuanto Ramos, incisivo en ataque y desorientado en defensa, alzó la mirada en busca de soluciones. El de Camas, todavía en su mitad del terreno, asistió a Ronaldo con un envío que parecía exagerado, hasta que el balón empezó a envenenarse. El portugués subió una marcha aprovechando la falta de tensión de Nunes y Aouate y tocó la bola lo justo para superar al israelí, que podría haberse marchado a la ducha en esa misma jugada (minuto 26).
La igualada volvió a llamar al equilibrio y Casillas tuvo que salir de la cueva para evitar que el Mallorca recuperase el mando. Primero Castro y después Aduriz, acribillaron al de Móstoles con lo mejor de su catálogo y daba la sensación de que los baleares volvían a tener el partido donde querían. Sin embargo, esa falta de definición se rebeló en su contra tras el descanso.
El segundo asalto fue prácticamente un monólogo blanco. El Mallorcó avanzó más de lo aconsejable su defensa y Pellegrini cargó el juego de los suyos hacia la izquierda, donde Josemi no era más que una sombra que seguía desde la distancia a Cristiano. El portugués arrasó esa zona del campo y mató el partido con dos goles que dejaron en coma al Mallorca. Manzano, atrapado contra las cuerdas, vació el cargador que tenía en el banquillo, pero Higuaín le asestó un nuevo puntapié, éste sí, definitivo.
El Mallorca sigue conservando dos balas en la recámara y usará la primera el sábado, en Riazor. Porque la Liga de Campeones sigue estando cerca. Muy cerca.