Lejos de Son Moix, el Mallorca es un amigo. En Gijón no aportó nada y ayer, en San Mamés, sufrió una bajada de tensión alarmante. Fue encajar el primer gol en la antesala del descanso, un tanto de chiste tras un inocente centro de David López, y doblar la rodilla. Recibir el segundo puñetazo, después de un ingenio penalti de Nunes, y derrumbarse como un castillo de naipes. El grupo balear dejó crecer a un Athletic gris hasta abrirle las puertas de la goleada. Ni siquiera Michael Laudrup reaccionó desde el banquillo, mientras observaba impasible la descomposición de su grupo. Sólo realizó un cambio -Webó por Pau Cendrós- y dejó en el banquillo a Víctor, Sergi Enrich, Pina... pese a que el partido reclamaba a gritos algún elemento desestabilizador. Quizás no sea alarmante perder en La Catedral, pero sí acabar un partido con los brazos caídos y la sensación de no haber hecho nada para remediar la derrota. San Mamés es demasiado imponente para este Mallorca (3-0).
El Athletic arrancó brioso, con un ataque de rabia que alertó al 'baby Mallorca'. Laudrup volvió a variar su libreta, retiró del once a Víctor Casadesús para dar entrada al francés Pereira por la izquierda y desplazar a Castro a la mediapunta, unos metros por detrás de Cavenaghi. El cóctel rellenó de 'rookies' el equipo titular. Los dos laterales y los dos interiores recibían su bautismo en La Catedral. Quizás esa inexperiencia provocó dos descosidos, mientras los seguidores más rezagados se acomodaban. En el primero, Muniaín no llegó a un balón por centímetros. De inmediato, un centro desde la izquierda de Igor Martínez que se paseó ante los ojos de Aouate. Llorente generaba algún que otro cortocircuito entre Nunes y Ramis, pero el empuje local acabó en nada a medida que el Mallorca fue ingresando en el partido.
Dos cabezazos de Nunes y Ramis marcaron un punto de inflexión al cuarto de hora de la primera parte. Sin excesivos lujos, el cuadro bermellón había ganado metros gracias al empuje de Martí y la calidad de De Guzman, y sus interiores (Nsue por la derecha y Pereira por la izquierda) empezaban a descubrir grietas en la zaga local. Costaba encontrar a Castro y sobre todo a Cavenaghi, que sigue sin comparecer.
Una rosca de Pereira desde la izquierda que remató Nsue sin mucha convicción y un chut de Castro, a las manos de Iraizoz, provocaron el murmuro en San Mamés, que no veía nada clara la función.
De repente, en un saque largo del portero y una prolongación con la espuela de Llorente, el Athletic miró a los ojos del gol. Igor Martínez, la última perla, dispuso de un mano a mano escorado que Aouate resolvió con oficio. Cuando el encuentro divisaba el descanso, después de un primer acto plano, con excesivo juego horizontal y escasa profundidad, al grupo de Caparrós se le apareció el Santo. David López, desde la banda derecha, procesó un centro alto con la izquierda, pero le salió un 'churro' raso con tanto efecto que acabó alojándose a cámara lenta en la meta de un sorprendido Aouate. Era el minuto 44 y un bofetón al mentón del Mallorca,
El libro del segundo tiempo comenzó a redactarse con una ocasión bermellona que abortó Iraizoz desde fuera del área cuando Pereira ya tenía la caña preparada. Pero el Mallorca no buscó con ahínco la meta rival pese a ir perdiendo. Timorato, sin demasiadas ideas, el grupo balear apenas inquietó a una zaga bilbaína que comenzaba a vivir instalada en la calma.
Sin embargo, el Athletic volvió a sacar petróleo donde no había ni agua. En un saque de banda, Llorente y Nunes porfiaron por la posición. El gigante riojano tocó con la chepa y el balón golpeó directamente en la mano derecha del portugués. Voluntaria o no, la mano existió y el árbitro optó por señalar el punto de penalti. San José engañó a Aouate y firmó el 2-0. Sin hacer demasiado, el conjunto rojiblanco enfilaba la goleada...
Laudrup respondió incluyendo en la función a Webó por Pau Cendrós, un galimatías que desembocó en Pereira, que había iniciado el choque como interior izquierdo, en el lateral derecho. Ni siquiera la presencia del camerunés despertó a los zagueros de su modorra. Sólo las carreras de Nsue provocaban a la grada cierto murmullo. No había más. De Guzman estuvo fallón y el renqueante Castro apenas entró en contacto con el balón. ¿Cavenaghi? Sí, jugó, pero ni se crea las jugadas ni recibe balones.
Aouate le privó a Llorente entrar en la historia -había anotado en las tres primeras jornadas- al abortar su segundo mano a mano de la noche, pero Iñigo Pérez no perdonó ante la pasividad isleña. Brusca vuelta a la realidad.
Naufragio en San Mamés
El Mallorca pasea su vulnerabilidad en Bilbao y sufre un duro correctivo (3-0)
Carlos Montes de Oca | Bilbao |