El Deportivo ha roto ese martes la fructífera relación que mantenía con el técnico Fernando Vázquez desde febrero de 2013, por unas polémicas declaraciones en las que el técnico intentaba explicar en un campus para niños la política de fichajes del club y que, en su opinión, fueron malinterpretadas.
Tras esas manifestaciones del pasado fin de semana, en las que lamentaba que el Deportivo tuviera que ir en el mercado a por los jugadores que eran la «opción cinco, seis o siete», el presidente del club, Tino Fernández, que asumió el cargo en enero, le citó para una reunión de urgencia este martes en la sede del club.
El técnico llegó a la cita sin intuir que, en ella, el primer mensaje que le iban a dar era el de su destitución por «falta de confianza».
Vázquez, incluso, llevaba las declaraciones íntegras que había realizado en el campus para basar su defensa en la interpretación que se había hecho de las mismas, pero el club no le dio opción; tal y como él mismo confesó en la rueda de prensa de despedida que convocó en el estadio de Riazor.
«No me marcho por razones deportivas, no me echan los resultados, tampoco marcho por razones disciplinarias. Marcho por unas palabras malinterpretadas. No se me dio la oportunidad ni siquiera de explicarlas antes de que se emitiera el fallo. No tuve juicio tan siquiera», lamentó el entrenador.
Los argumentos le parecieron de tan poco peso que, incluso, contempla la posibilidad de que Tino Fernández le hubiera engañado en los últimos meses, cuando decía que sentía que, a pesar de que lo había fichado el anterior dirigente de la entidad, Augusto César Lendoiro, él era «su entrenador».
«Estoy asombrado. Es como si robas un chorizo y te meten cincuenta años de cárcel. Me parece que el cese no se corresponde con la falta que dicen que cometí, así que sospecho que pueda haber otro tipo de circunstancias, pero me quedo ahí porque no lo sé», expuso el técnico.
Vázquez consideró injusto su cese, un «golpe» que le ha dejado en «shock, estupefacto», tan solo un mes después de haber disfrutado de uno de los momentos más felices de su carrera con el ascenso del Deportivo a la Liga BBVA.
«No comparto la decisión del presidente y creo que se está equivocando de pleno. En su juicio de valor, se equivoca absolutamente y así se lo hice saber. Fernando Vázquez no criticó a la junta directiva, ni a la secretaría técnica ni se quejó por los fichajes. No quise buscar una excusa para el futuro», comentó el preparador gallego.
Su crédito fue de más a menos con el Deportivo, que recurrió a sus servicios por necesidad en febrero de 2012, cuando llevaba casi seis años sin entrenar.
El club estaba en concurso de acreedores, ya había tenido dos técnicos esa temporada y parecía condenado al descenso a la Liga Adelante, pero el técnico logró resucitarlo y mantenerlo con vida hasta la última jornada del campeonato, en la que dependía de sí mismo para salvarse.
Descendió tras caer ante la Real Sociedad en Riazor y Vázquez, que tenía otras ofertas, decidió continuar con la promesa, a los aficionados, de que el Deportivo volvería a Primera división.
Lo consiguió en el año «más difícil» de su «vida deportiva», en el que el equipo pasó dificultades económicas y vivió las primeras elecciones a la presidencia en 25 años.
No fue una temporada brillante en cuanto al juego, pero Vázquez exprimió a un equipo limitado, que fue cambiando de jugadores a lo largo del curso por necesidades del guión, y al que hizo crecer desde la consistencia defensiva.
La temporada se alargó demasiado y el Deportivo, que fue líder muchas jornadas y parecía ascendido a finales de abril, se benefició de los errores de sus perseguidores para sellar su regreso a Primera a principios de junio.
En esas semanas de espera, Vázquez perdió parte del crédito entre la afición y, probablemente, en el consejo de administración, aunque la euforia del ascenso disipó algunas dudas.
El técnico, que era, después de Joaquín Caparrós, el que más experiencia acumulaba en los banquillos de la Liga BBVA de todos los que tenían equipo, se marcha del Deportivo con la sensación de que le han robado algo que ganó «deportivamente», su derecho a entrenar al equipo de sus amores en la máxima categoría.