El italiano Matteo Trentin, uno de los lanzadores de Mark Cavendish en el Omega Pharma, hizo un homenaje a su retirado jefe al lograr la victoria ante el eslovaco Peter Sagan, condenado al «síndrome Poulidor», en una jornada rápida en la que otro transalpino, Vincenzo Nibali, defendió el maillot amarillo antes de la montaña de Los Vosgos.
Cuestión de milímetros. La pelea entre Trentin y Sagan precisó de «foto de llegada», y ésta eligió al italiano de 24 años, que se apuntó su segundo triunfo en el Tour. De paso amargó a Sagan, tres veces segundo. Ya le recuerdan el sambenito que cargaba Poulidor, una leyenda en Francia, aunque apenas ganaba. Fue el «eterno segundo».
«Una victoria importante para el Omega después de tanto infortunio», dijo Trentin, que en principio felicitó a Sagan porque pensó que le había superado. Y es que la escuadra belga perdió a Cavendish el primer día y luego llegó el rodillo alemán con Kittel y Greipel. Muy bien lanzado por el polaco Kwiatkowski, Trentin aprovechó la ocasión como buen alumno aventajado.
La general llegará como estaba a Los Vosgos, al otro Tour, con «El Tiburón» Nibali de amarillo, haciendo gala de tranquilidad y confianza. Entrará en la montaña con Kwiatkowski a 50 segundos, Valverde a 2.11 y Contador a 2.37. Hacía 10 años que las diferencias entre los favoritos no eran tan amplias.
Fue otra jornada frenética, sin descanso, a una media de 44 por hora para cubrir los 234 kilómetros de la segunda etapa más larga de la 101 edición. Aquí no se relaja nadie, además los nervios y la tensión han producido ya más de 100 caídas. «Parece que estamos haciendo una contrarreloj por equipos», resumía Contador en meta.
El infortunio afectó, entre otros, a los estadounidenses Tejay Van Garderen y Andrew Talansky, los jefes del BMC y Garmin. El primero perdió un minuto, el segundo cayó a unos metros de meta.
La etapa se lanzó por la «avenida más cara del mundo», en Epernay, localidad de apenas 25.000 habitantes, rodeada de inmensas extensiones de viñedos con peculiares cepas estilizadas alineadas con perfección geométrica. Allí se encuentran las sedes de las principales marcas de champán. Huele a buenos caldos. Y a dinero.
De entrada, el pelotón autorizó la escapada de 6 hombres con intenciones más propias de los sueños que del Tour. Ninguno peligroso, por lo que fueron controlados hasta que el Cannondale dijo basta. Es el equipo con más hambre de victoria, ya que «El Bicho» Sagan sigue sin probar bocado.
Pichot (Europcar), Busche (Trek), Edet (Cofidis) y Delaplace (Bretagne) terminaron el intento a 20 kilómetros de la meta, y luego se hicieron los fuertes Elmiger (IAM) y Huzarski (NetApp), que tiraron la toalla a 12 de la ciudad de Lorena. Adiós a una aventura de 200 kilómetros.
Empezó otra etapa con dos tachuelas de cuarta categoría. En la primera, Cota de Maron, una cuesta de 3 kilómetros al 5 por ciento reventó a los «guepardos alemanes» Kittel y Greipel, y es donde se cayó Van Garderen, en la general a 3.10 minutos.
En el descenso Nibali alborotó el avispero, pero solo para probar. No hubo sorpresa, los favoritos se están acostumbrando en estas etapas a rodar cerca de cabeza de carrera. Para evitar peligros.
En la Cota de Boufflers probaron el belga Avermaet y Sagan. Nadie podrá achacarle a Sagan sus sacrificios por abrir su casillero, pero no hay manera. Por detrás aceleró Richie Porte, el nuevo líder del Sky, y luego Kwiatkowski, la rueda buena que colocó a Trentin la alfombra roja hasta la línea triunfal. La foto le coronó de nuevo en el Tour.
«Empieza otra carrera», decía Valverde. Se refería a la entrada en Los Vosgos, donde esperan tres etapas de montaña. Se acabaron los nervios y aglomeraciones. La octava etapa entre Tomblaine y Gerardmer, de 161 kilómetros ofrece un final en puerto de tercera. Tiempos para los escaladores. Momento de Contador.