España 64 - 77 Estados Unidos
España (17+12+19+16): Nicholls (10), Torrens (10), Palau (6), Xargay (2) y Lyttle (16) -cinco inicial-, Domínguez (6), Martínez, Gil, Romero, Rodríguez (3), Pascua y Cruz (11).
Estados Unidos (28+20+19+10): Bird, Moore (18), Taurasi (6), Charles (10) y Griner (11) -cinco inicial-, Whalen (12), Augustus (10), McCoughtry (2), Sims, Stewart, Dupree (6) y Ogwumike (2).
Árbitros: Roberto Chiari (ITA), Jasmina Juras (SRB) y Karen Lasuik (CAN). Sin eliminadas.
La selección de Estados Unidos se proclamó campeón del mundo, revalidando el título conseguido hace cuatro años, del XVII campeonato celebrado en Turquía al derrotar a una más que digna selección española por el resultado de 64-77.
El equipo estadounidense salió a tope y sin concesiones, como prueba de respeto a un equipo, el español, que llegaba a la final invicto y superando a todos sus rivales con holgura.
Maya Moore, la alero a las órdenes de Lucas Mondelo, seleccionador español, en China fue la primera en desatar las hostilidades con 8 puntos y dos triples sin fallo en los cuatro primeros minutos de partido, 5-15.
A la gran diferencia de altura, peso y calidad había que sumar también la de acierto, pues mientras las norteamericanas acabaron el primer cuarto con 9 de 10 en tiros de dos y 3 de 7 en triples, España lo hizo con 5 de 13 en tiros de dos y con 2 de 7 triples.
El 17-28 con el que acabó el primer cuarto fue claro y demasiado cruel para la selección española, que lejos de volver la cabeza ante la adversidad de sus fallos y del acierto del rival siguió lanzándose orgullosa al ataque, al tiempo que intentaba cerrar filas en defensa.
En el segundo cuarto, Estados Unidos no levantó el pie del acelerador, al contrario. Al ver el tesón de España, aunque falto de acierto, a la que la ventaja bajaba ligeramente de la veintena de puntos, Geno Auriemma, entrenador de las estadounidenses, volvía a poner a todas sus titulares en pista.
Si a esto le unimos el poco acierto de Sancho Lyttle (7 puntos) y de Alba Torrens, que se quedó sin anotar antes del descanso precisamente en su partido número cien como internacional, el 29-48 del final del segundo cuarto es fiel reflejo de lo ocurrido.
Laura Nicholls con 8 rebotes encabezaba el entusiasmo de las jugadoras españolas, que sabiéndose inferiores en lo físico, sobre todo, no dieron un paso atrás en ningún momento.
Mondelo dijo en la sesión de tiro matinal: «Si nos ganan, que lo suden. No podemos regalarlas el oro». Todas sus jugadoras cumplieron.
El seleccionador, consciente de la desventaja de su equipo, había descrito uno de los pocos escenarios para conseguir la victoria: «Que ellas no tengan un buen día en el tiro, que nosotros metamos al menos 12 triples y que nuestra defensa alternativa les haga pensar más de lo que están acostumbradas».
Los dos primeros apartados del supuesto no se dieron en los primeros veinte minutos.
La selección española siguió fiel a sus señas de identidad, a su manera de jugar, a todas las cualidades que la permitieron llegar a la final. Quiso, en pocas palabras, volver a ganarse la medalla de plata. Y peleó, luchó. Sin volver la cara.
Estados Unidos tampoco se permitió un minuto de relajación ante el ímpetu de las españolas al ver que la ventaja se estancaba, 36-56 (min.25). Y España, derrochando las fuerzas que ya había gastado anteriormente, y con Torrens anotando 10 puntos cerró el tercer cuarto con un empate a 19 (48-67).
La defensa española, necesitada del generoso esfuerzo físico de todas las jugadoras para poder funcionar, tuvo, por momentos, síntomas de colapso ante la superioridad de las estadounidenses, pero el seleccionador no consintió que bajase los brazos definitivamente y que se siguiera trabajando hasta el final.
Estados Unidos revalidó el título de campeón del Mundo con todos los honores, ganó por 64-77, y España cumplió con lo prometido, hizo que las norteamericanas sudasen la medalla de oro.