Como solemos recordar y los lectores saben muy bien, el Producto Interior Bruto o PIB es el valor final de todos los bienes y servicios producidos dentro de un país en un período determinado. También se utiliza como indicador económico, tomando el porcentaje de la variación de los valores finales entre dos períodos de tiempo sucesivos, aunque no sea la mejor manera de presentarlo tal y como hace unos años nos recomendaba aquí el Nobel Finn E. Kidland, firme partidario de hacerlo mediante series largas de base 100 para mejor reflejar la evolución del bienestar de los residentes en su país respectivo, como ya reconocía su creador, el también Nobel Simon Kuznets en los años treinta del pasado siglo a raíz de su propuesta.
Sin embargo, sería mucho más adecuado usar como base el indicador PIB per cápita de la misma recomendada manera, aunque en la práctica la clasificación de los resultados finales de países o regiones no se aparte significativamente de la proporcionada por el PIB. De aquí que, con el fin de afinar más, surja la necesidad de incorporar además la medición y el análisis de la dispersión, es decir, del grado de desigualdad entre los individuos de una población en el reparto real obtenido entre ellos de la renta derivada de la actividad económica generada por todos.
A falta de datos anuales más fiables como los que publicará el Instituto Nacional de Estadística, la previsión realizada sobre el crecimiento del PIB del año 2021 para Balears del Observatorio Regional del BBVA Research era del 10,5%, la reproducida en el cuadro referida al Valor Agregado bruto o VAB del 10,4%, mientras que la estimación por parte de Impactur sea bastante superior. Atendiendo la evolución del VAB por islas, las Pitiüses obtendrían un crecimiento de un 11,8%, Menorca un 10,7% y Mallorca un 10,2%. Como las primeras partían de una caída más elevada, la consecuencia es que el crecimiento relativo durante 2021 ha sido similar para cada una y para el conjunto.
A partir de estos últimos datos, las series largas de índice 100 al estilo de Kidland para el PIB de Balears nos muestran que la caída del crecimiento del año 2020, que podríamos calificar de brutal y que no representa otra cosa que la medida real del impacto negativo de la COVID-19 sobre la actividad económica es equivalente al doble del de España, lo que viene a significar un retroceso de seis años en el aumento de la actividad económica, aunque se haya podido recuperar un año por el mayor crecimiento de 2021, también doble que el español.
Esta doble intensidad del fuerte impacto de Balears en relación a España es debido a la mayor dependencia del PIB balear del sector turístico, que ha sufrido con más virulencia los efectos de la pandemia si lo comparamos con el resto de los sectores económicos.
Mientras, la caída de 2020 de las series del PIB per cápita, como hemos dicho, más representativas para contemplar la evolución del bienestar, han sido todavía más desfavorables al incorporar en su resultado los incrementos de la población residente.
Una vez sufrido el año 2020 y pasado 2021, nos las prometíamos muy felices contemplando la previsión de las cifras de crecimiento para el bienio 2022/23, que podían alcanzar el 8,3 y el 6 % respectivamente para Balears según el citado Observatorio, con lo que podríamos volver a alcanzar la cifra absoluta del PIB de 2019, nuestro máximo histórico.
Todo ello por la llegada de los fondos europeos y la relajación de las restricciones debida a la buena marcha de la vacunación, aunque miráramos de reojo la evolución de la inflación, cuando otro hachazo, la guerra en Ucrania, ha dado al traste con todas estas expectativas que obligan a revisar a la baja estos citados incrementos y a perder de vista en el horizonte la repetición de un brillante 2019, cuatro años después. La adopción de medidas que estabilicen la inflación y la ventaja competitiva turística de Balears constituyen nuestra mayor esperanza para estos difíciles años.l