El año 2023 concluyó positivamente para España a nivel turístico: nuestro sector ingresó la cifra de 186.500 millones, (un 12,8% del Producto Interior Bruto global del país) siendo responsable nada menos que del 70,8% del crecimiento de toda la economía respecto a 2022. Además, este crecimiento se produjo de manera equilibrada entre los distintos destinos de costa, islas, y ciudades turísticas, con un mayor peso de las islas, y conllevó también un fuerte crecimiento del empleo neto en el sector, con 95.000 empleos más, una mejora del salario medio del 4,4%, y una reducción de la temporalidad a niveles nunca antes conocidos.
En Balears la evolución fue igualmente positiva, con cifras de llegada de visitantes extranjeros un 9% superiores al año anterior, y lo que es aún mejor, (porque señala nuestro acierto en la estrategia de priorizar la calidad frente a la cantidad), con un gasto medio diario un 8,6% superior a 2022. Un éxito marcado por las cifras, si, pero si me pidieran definir el ejercicio que hemos finalizado con dos palabras, estas serían sin duda «normalidad» y «confianza», porque 2023, a pesar de la poli-crisis que sigue afectando a nuestro mundo, ha representado para nosotros el retorno de la confianza en la resiliencia y capacidad de recuperación de nuestra principal industria, el turismo.
Y normalidad porque en 2023 al fin se consolidó la curva de recuperación tras la disrupción provocada por la pandemia. La demanda turística global se ha reactivado, propiciada por la creciente prioridad que la sociedad post-Covid otorga a los viajes y las experiencias, y esta resiliencia parece mantenerse en las estimaciones que barajamos para el año que comienza, 2024, en que todo indica que se recuperará también gran parte de la demanda viajera del continente asiático, que según Turespaña recuperará en 2024 un 94% de las frecuencias aéreas con nuestro país. Pero ningún ciclo es inagotable, y el sector comienza a vislumbrar una tendencia progresiva a un retorno a los niveles normales de reservas, que se irían estabilizando, frente a la tendencia de crecimiento constante mantenida durante los últimos dos años, desde el mes de marzo de 2022.
Como afirmaba el CEO de la mayor hotelera del mundo, Marriot International, Anthony Capuano, al presentar sus resultados de 2023, esta progresiva normalización es también una noticia tranquilizadora, pues para el ejecutivo, el hecho de que los días de crecimientos de doble dígito están quedando en el pasado no significa que la industria turística esté desfalleciendo, sino que está volviendo a los patrones normales como corresponde a un entorno normalizado. Ahora bien, la extraordinaria resiliencia al ciclo que ha acreditado la demanda turística después del Covid, a pesar de haber «emergido» de una pandemia para «sumergirse» en un entorno de inestabilidad geopolítica y problemas en la cadena de suministro, deviniendo finalmente en una crisis inflacionista que todavía estamos padeciendo, no tiene una explicación únicamente «económica», y hay quien habla ya de otras motivaciones y factores condicionantes tras el éxito turístico que vivimos desde el año 2022.
Motivaciones psicosociales y culturales, que junto con el impulso de la demanda «contenida» (el llamado efecto «botella de champan»), y el consiguiente ahorro familiar propiciado por las restricciones, dibujarían un cambio de mentalidad de las generaciones actuales, en la línea de pensamiento del «carpe diem» (ó «que nos quiten lo bailado», en castellano popular). Igualmente, cada vez más los viajeros actuales persiguen también «viajar con un propósito», evitando cualquier impacto negativo en los destinos, y generando una huella positiva o mejora, en nuestras vidas o las de los residentes de los destinos.
Según los datos de la plataforma Booking.com, recogidos por Mckinsey, más del 70% de los turistas globales tienen la intención de viajar de manera más sostenible durante el próximo año y el 35% ve en los esfuerzos de sostenibilidad de los proveedores de alojamiento y transporte un factor importante a la hora de tomar decisiones en su reserva. España, y Balears muy especialmente, cuentan con un «gran potencial» para convertirse en un destino turístico de elección sostenible para los concienciados en la materia, que destaca la importancia de adoptar prácticas responsables y medidas transformadoras para asegurar el éxito futuro de nuestro turismo.
En línea con lo anterior, el turismo post-pandemia no puede entenderse sin un compromiso responsable con las comunidades en que se desenvuelve, con el respeto al medioambiente, y con la ética y los derechos humanos. La sostenibilidad es hoy día un «must» y marcará cada vez más la estrategia de las empresas y la política turística de los Gobiernos.
2024: optimismo y «seny»a partes iguales
Mirando hacia adelante, las Islas Baleares han comenzado el año turístico 2024 con un invierno positivo y unas perspectivas – ya sea por plazas aéreas o por reservas de hotel ya contratadas- que superan ya los niveles de 2019. A nivel macroeconómico, las Islas Baleares serán, junto con Canarias y Madrid, la Comunidad que más crezca este año, (aunque moderadamente) con un avance que según el Observatorio Regional de BBVA Research se fundamenta en la fortaleza del turismo, que se ha recuperado con fuerza y se ha beneficiado también del aumento del gasto por turista, que el banco cifra en un incremento del 20% en los meses de enero y febrero.
A nivel del Estado, la privilegiada posición que ocupa nuestro país al liderar , aún con un moderado +2% del PIB estimado para 2024, las perspectivas de crecimiento de los principales países de la Unión Europea durante los próximos dos años, tiene también mucho que ver con el repunte sostenido de la demanda turística, que según el Smart Observatory realizado por PWC, continuará durante el 2º trimestre de 2024, estimando un incremento de las reservas, de su antelación y de su precio medio, y una reducción de la tasa de cancelaciones. El entorno macroeconómico más estable, con una disminución prevista de los tipos de interés y una recuperación progresiva de los grandes mercados europeos, mantendría la demanda al alza y la mejora tanto de la ocupación como de la tarifa media hotelera en 2024.
En la línea que apuntábamos anteriormente, sin embargo, de «progresiva normalización de la demanda turística», el análisis de BBVA nos recuerda también la importancia de ser prudentes, al estimar que el crecimiento comenzaría a ralentizarse de manera visible en 2025, por la desaceleración en la demanda europea y el endurecimiento previsto de la fiscalidad. Además, los análisis de PWC en su Observatorio detectan una preocupación creciente en los turistas debido al efecto de la inflación, que sigue por encima de los niveles deseados, y todo ello nos lleva a la necesidad de aprovechar al máximo la favorable coyuntura actual, aquilatando nuestras fortalezas y mejorando nuestra oferta y nuestros destinos en términos de calidad y sostenibilidad.
Nuestra industria no puede, ni debe, dormirse «en los laureles» de un éxito merecido, pero coyuntural, y nuestras instituciones, tampoco. La colaboración público-privada que tan bien ha funcionado desde la aprobación de la Ley General de Turismo de 2012 en aspectos como la renovación y reposicionamiento de hoteles y oferta complementaria en destinos de todas las Islas, y los avances posteriores en la lucha contra el turismo de excesos y en favor de un turismo más sostenible social y medioambientalmente, deben fortalecerse.
Mantener la competitividad de nuestro sector – y con ello una gran parte de nuestra prosperidad como sociedad- implica que la industria turística refuerce su compromiso frente al cambio climático, por la circularidad y la preservación de los destinos; implica también redoblar nuestro atractivo como «empleadores» ante la escasez de talento joven dispuesto a trabajar en el sector, y actuar en la problemática de la vivienda, que actúa como un claro factor de «expulsión» de la fuerza de trabajo. Y también, como recordamos en el Foro Exceltur de este año, debemos trabajar para convertirnos cada vez más en un sector amigable, inclusivo y empático también con las comunidades residentes en los destinos. Lo que denominábamos «el turismo que todos queremos» y que es también, sin duda, «el turismo que todos necesitamos».l