En Mallorca las cosas no pasan, repercuten. Lo que ocurre es que cuando repercuten lo hacen con tanta o más virulencia como en el epicentro. Se vio en las pasadas autonómicas. El PP estaba asentado en el Archipiélago casi como en ningún otro lugar de España. Parecía inamovible. Sin embargo, cuando se oyeron los vientos antipopulares, Balears se pueso en cabeza a la hora de hacer girar la tortilla de manera espectacular.
Con Catalunya pasa algo parecido. Soberanistas, federalistas y regionalistas isleños observan el torbellino catalán detrás de la roca, con mucha atención, pero con pocas ganas de moverse no sea cosa que les pisen algún callo. Francina Armengol da su apoyo a Iceta pero sin quemarse en el intento. Dentro de Més hay mucho latido de corazón de Junts pel Sí, pero en la isla no se escucha la más mínima salida de tono. Por su parte los del PI, donde hay simpatizantes de Convergència y de Más aguardan y esperan. Será porque Mallorca tiene muchas playas, porque las ganas de mojarse son mínimas.
La resolución del panorama catalán despejará los movimientos baleares, especialmente los mallorquines. Este silencio contrasta con la vorágine del Principat. La campaña electoral anda desatada y da la impresión que ya no queda ningún puente en pie entre Madrid y Barcelona. Todo el mundo se la está jugando a una carta, al famoso caixa o faixa de Prim. Pase lo que pase, todos acabarán cosidos a cicatrices. ¿Y Mallorca? Verá y luego decidirá. Si los independentistas consiguen mayoría de escaños pero no de votos (lo más probable) los partidos isleños seguirán a distancia los acontecimientos. Pero si hubiere mayoría independentista en votos (lo más improbable) en algunos partidos se comenta que «habrá que mojarse», expresión de un hondo calado intelectual y político en la isla de las repercusiones.
De hecho, preocupa mucho que un hipotético avance catalán hacia la independencia pudiera acabar contagiando a Balears. Una parte de Més (Iniciativa) no está para amagos de intentos de ruptura con el Estado. Y el Podemos balear se encuentra a años luz del ideario soberanista. Mientras el PSIB de Armengol no tiene ganas de mojarse en esta cuestión, ni mirando hacia un lado ni hacia el otro.
De todas formas, las repercusiones en Mallorca son imprevisibles. Nunca se sabe qué pasará. Y si no, «que se lo pregunten al PP, ayer omnímodo y hoy semi sepultado».