El 23 de mayo llegó a Bruselas tras barajar entre 20 destinos posibles. El motivo de su exilio es no querer entrar en la cárcel tras ser condenado a tres años y seis meses por las letras de sus canciones. Josep Miquel Arenas, Valtonyc (sa Pobla, 1993), no quiere grandes protagonismos, sino que intenta internacionalizar su caso y demostrar «el retroceso democrático en España». En estos 46 días ha fijado su residencia en Gante y ha encontrado trabajo de informático freelance. Entre visitas de sus familiares y el apoyo de diversos colectivos de artistas y ciudadanos de a pie, habla de su situación personal.
¿Por qué decidió irse de España?
— Para llevar mi caso a los tribunales internacionales y demostrar el retroceso democrático de España. En prisión no tendría voz, aquí sí.
¿Y por qué Bélgica?
— Tenía más de veinte billetes diferentes y creí que Bélgica era un buen destino. Los abogados me lo recomendaron y, además, había una red de exiliados que estaban moviéndose, por lo que no me sentiría solo.
¿Qué relación tiene con los exiliados catalanes?
— La única relación que tengo es ideológica. Nos damos apoyo mutuo a nivel anímico y moral. Lo que haría cualquier persona exiliada por no haber hecho nada, como es mi caso. No recibo ningún apoyo económico por su parte.
Jorge Campos pedirá que investigue si recibe usted dinero de los grupos independentistas...
— Se muere de rabia. Lo que debe investigarse es a ver quién lo financia a él.
Pero usted, ¿cómo se financia?
— Aquí he encontrado trabajo de diseñador web freelance y puedo pagar mis gastos. La caja de resistencia (www.niunpasenrere.org) sirve para financiar el tema judicial, pero no solo para mí sino para cualquiera que se encuentre en el mismo caso.
La Audiencia le ha condenado por injurias a la Corona, enaltecimiento del terrorismo y delito de calumnias. ¿Por qué la euroorden solo señala terrorismo?
— Es una estrategia del Estado español porque en Bélgica la gente está muy sensibilizada con el tema del terrorismo y tenían que intentarlo por esta vía. Por injurias a la Corona no prosperaría. Aquí, criticar al rey está muy normalizado.
¿Por qué ha tardado casi dos meses en presentarse ante la Justicia belga?
— Desde el primer momento que llegué me puse a disposición de la Justicia pero la euroorden no estaba completada. No me he escondido en ningún momento; siempre he estado a disposición de la policía y la Justicia belga.
¿Cuánto tardará el juez en decidir si lo extradita o no?
— Unas semanas. No tenemos la fecha concreta. El abogado dice que estemos tranquilos, que la Justicia aquí es independiente y es justa. En España, mi delito es ser de izquierdas porque España es un Estado fascista. Bélgica es una democracia burguesa, pero es una democracia.
Usted siempre habla de libertad de expresión. ¿No hay límites?
— El límite de la libertad de expresión es cuando tu pones en peligro a un colectivo vulnerable o perpetúas la opresión sobre un colectivo que está sufriendo una represión. En España se piensan que la libertad de expresión debe estar limitada a la ideología dominante.
Pero sus canciones hablan de violencia. ¿Condena usted la violencia?
— El rap es un discurso incisivo, incendiario y es normal utilizar este tipo de vocabulario. No defiendo la violencia gratuita. No defiendo a ETA y tampoco defiendo la acción policial del 1 de octubre o los desahucios.
¿En otros países no hay condenas como la suya?
— En Estados Unidos hay raperos como Snoop Dogg que en un videoclip pega tiros a Trump o Madonna cuando dijo que le daba ganas volar la Casa Blanca… No ha pasado nada. España está a la cabeza de la lista con el mayor número de músicos condenados por sus canciones, por delante de China y Turquía.
¿Echa de menos Mallorca?
— Echo de menos las panades y el paperí de las verbenas de verano. Mi familia y amigos han venido a verme. Pero pensar que no volveré en cinco años es duro.
¿En cinco años?
— La media de exilio serán cinco años, que es cuando prescribirá el caso.
¿Piensa después regresar a Mallorca?
— Cuando me devuelvan el pasaporte seguramente iré a Sudamérica. No he podido salir nunca de la Unión Europea. Si vuelvo a casa, me gustaría que fuera en una república catalana, no en un Estado fascista español.