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Mafias africanas toman Punta Ballena y roban a decenas de turistas por la noche

Una ambulancia se lleva a un turista agredido durante un intento de robo. A la izquierda, un grupo de turistas ebrios pasa junto a un supuesto vendedor de color, en la acera. | Michel's

| Calvià |

Una turista inglesa, tambaleante, sale del pub y pisa la calle. En ese momento un vendedor ambulante la coge en volandas y la zarandea. Ella ríe la broma, sin darse cuenta que con la sacudida le ha caído el Iphone al suelo, que el africano ya ha tapado con su pie. Es Punta Ballena, un paraíso para las mafias subsaharianas que en una noche pueden llegar a cometer un centenar de robos y hurtos a turistas.

Ultima Hora pasó este sábado la noche en esa conflictiva avenida y comprobó que este año la prostitución de nigerianas, que en realidad se dedicaban a desvalijar a veraneantes beodos, ha remitido. Han sido sustituidas por supuestos vendedores ambulantes, la mayoría de ellos africanos. La noche se divide en dos partes: hasta la una, estos individuos menudean con drogas, que compran los británicos. Ya entrada la madrugada, los mismos vendedores se transforman en expertos ladrones.

Primero vigilan a su víctima, generalmente chicas que están vomitando en la calle o que apenas se mantienen en pie. Un veterano empresario, con décadas en esa selva urbana, explica que «son auténticos especialistas en hurtar. Lo hacen en cuestión de segundos y la mayoría de víctima ni denuncia, porque a veces no se enteran de lo que ha pasado». Otros turistas no tienen tanta suerte.

Este sábado varios de ellos fueron golpeados por resistirse al asalto y tuvieron que ser atendidos por los servicios sanitarios. Este diario contó ayer cerca de setenta supuestos vendedores ambulantes pululando por la avenida del vicio. La Guardia Civil y la Policía Local intentan controlarlo, pero los empresarios sostienen que deben reforzar su presencia: «No dan abasto, aquí hay robos y hurtos cada momento. O una pelea. O que tiran botellas desde un balcón».

A las cinco y media de la madrugada llega el toque de queda. Hordas descamisadas vuelven al hotel, vigilados de cerca por sus acechadores. La caza sigue.

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