El conseller de Model Econòmic, Turisme i Treball, Iago Negueruela, lleva semanas en el ojo del huracán por el decreto turístico que finalmente ha aprobado con el apoyo de sus socios en el Parlament.
Ha conseguido aprobar la ley turística, pero con gran polémica.
—Lo que se ha aprobado de momento es el decreto ley, que ahora se tramitará en el Parlament como ley para que se pueda mejorar.
¿En qué se puede mejorar?
—Creo que con la moratoria todo el mundo está de acuerdo. Ya está aprobada y no ha pasado nada. Los expertos ya dicen que debe cambiar la forma de dirigir la inversión y bloquear el crecimiento en número de plazas hace que la inversión se realice de otra forma. El bloqueo es una medida valiente porque ya no hacen falta más plazas en estas islas. Hay que empezar a hablar de cómo frenar el crecimiento en intensidad turística. Creo que hasta los que se han mostrado tan duros contra la norma en realidad apoyan algunas de estas cuestiones.
Del decrecimiento de plazas hace 25 años que hablamos. Matas ya aprobó una limitación, pero no hemos hecho más que crecer.
—Esta es la primera vez que se hace de forma total, sin excepción ni margen: sobre lo que había programado habrá que reducir el número total. Insisto: hay mucho más consenso del que se transmite y cuando alguien carga tanto sobre la forma es porque tal vez entienda el fondo. ¿Balears necesita llegar a 450.000 plazas o ya tiene economía suficiente con 433.00?, ¿no es más eficaz trabajar para mejorar las plazas que seguir creciendo sin límite?
¿Qué cambio de modelo es ese que se queda con 433.000 plazas?
—Con esas plazas tenemos opciones de consolidar nuestra economía y nuestra mano de obra y llegar al pleno empleo en verano. El modelo debe sostenerse desde el punto de vista ambiental, pero también de capital humano y este año veremos que igual hay problemas para contratar a personal porque falta gente. El mensaje es que la inversión tiene que ir a dar más calidad.
¿Pasamos de la ‘balearización' a querer ser Mónaco? En Ibiza se está empezando a ver.
—Pasa en una parte pequeña de su oferta, pero no vamos hacia allí. La calidad no tiene que ir ligada al lujo, aunque es cierto que hay un turismo de alto poder adquisitivo que genera calidad; también se puede dar una gran calidad desde un hotel de 3 estrellas. Uno de los grandes avances de mitad del siglo pasado fue que los trabajadores tengan vacaciones y viajen, pero hay que ordenar ese turismo. El senderismo, el ciclismo, el turismo de gastronomía es de calidad, pero eso no es sinónimo de lujo.
¿Qué ha pasado con los hoteleros, con tanto vaivén?
—El Govern quería que esta norma fuera consensuada y, en toda discusión, hay debate y movimientos porque todo el mundo quiere defender sus legítimos intereses. Al final se ha llegado a un acuerdo muy amplio con las tres federaciones. Entiendo que en algunas federaciones ha habido intereses concretos, legítimos, que hace que les cueste más la moratoria, pero hay un consenso muy amplio en que no podemos seguir creciendo.
Habló de presiones. ¿Quién presionó a los hoteleros y para qué?
—Lo que digo es que las federaciones tienen distintos tipos de interés. Todos nos hemos metido presión para alcanzar acuerdos y creo que ese tema ya está zanjado.
¿Y usted les presionó para que dieran apoyo a la ley?
—No. Llevamos siete años trabajando juntos, también cuando caía todo, en los primeros meses de la pandemia del coronavirus, tratando de salir de aquella situación con los ERTE, que también generaron discusión, y al final se llegó a un acuerdo. Si alguien cree que puedo presionar a un sector que tiene el 25 % del PIB, se equivoca. No es presión sino defender el diálogo desde distintos intereses y sumar y buscar puntos de acuerdo entre todos en ese proceso.
Con el alquiler turístico no hay vaivenes. Esta ley no les gusta nada.
—El portavoz del PI lo dejó claro. Esta ley no ataca sus intereses; lo que no hace es recoger reclamaciones que tienen desde el año 2017.
Pero hay 90.000 plazas que quedan en un limbo. ¿Entiende la preocupación de los empresarios?
—No es un limbo. Esas plazas son legales, se regularizaron, pero no están en la bolsa de plazas porque tampoco se adquirieron. Los empresarios consideran que, a largo plazo, pueden ir perdiéndose, pero no se puede decir que las plazas van a desaparecer porque eso es como decir que los propietarios del alquiler vacacional dejarán la actividad de hoy para mañana.
Habla de dureza en las críticas. ¿Qué opina de la postura del PP?
—El PP tiene que proponer soluciones y lo que no puede ser es que digan que quieren 13 millones de turistas, pero no digan cómo. Ellos fueron los que permitieron que aumentaran las plazas un 20 % por hotel, además de que crecieran en dos alturas. Dijeron que no consumían más territorio, pero eso no es ser más sostenible, porque hay más consumo de agua, de energía, de producción de residuos… No se puede pedir ser más sostenible y no apoyar el cambio de calderas de gasoil o la mejora de las camas. Tienen un problema de definición de proyecto y hacen aspavientos porque saben que el bloqueo de plazas es bueno. Deberían centrarse más.
Lo primero en una guerra es pensar en las víctimas, ¿han comenzado a calcular las consecuencias económicas de la invasión rusa?
—Como bien dice, la prioridad es pensar en las vidas de las personas. Por lo que respecta a las consecuencias de una guerra en Europa, está claro que podrá afectar. El Gobierno ya ha indicado que hay que ayudar a Ucrania y ha comenzado a introducir medidas para protegernos en materia económica. Se ha visto que el mercado energético ya estaba incorporando el riesgo a la guerra en la factura de estos meses. El riesgo a corto plazo es que haya un aumento en los precios de los aviones.
¿Hay previsiones?
—Si el conflicto no se alarga, seguimos considerando que esta temporada será enorme, pero vamos a ser cautos y esperar a ver qué puede pasar porque una guerra sostenida en territorio europeo tiene mucho más peligro que el simplemente económico: hay riesgo bélico.
Si todo se calma, esta será una temporada con récord de turistas ¿Eso es bueno o malo?
—Tender a reducir plazas no implica que haya decrecimiento económico. Antón Costas lo explicó muy bien: se pueden ajustar las plazas y generar más inversión porque muchos otros sectores se incorporaran a las inversiones.
Me refiero a que sí, en 2019 vinieron 16 millones de turistas, este año vendrán 17 millones.
—Tenemos las plazas que tenemos y no creo que vengan 17 millones, pero no estoy en la cifra. Lo bueno es que se recupere el nivel de empleo prepandemia y que haya pleno empleo en todas las Islas porque eso significará que los trabajadores han pasado la crisis y tienen un nivel de ingresos suficiente. Eso es lo más importante en un momento en que nos estamos recuperando de una terrible pandemia. Este verano ya hemos visto que se ha generado un alto nivel de empleo sin que venga tanto turista.
¿La reforma laboral ayudará a que se acabe con la enorme precariedad que existe en Baleares?
—La reforma está pensada para acabar con la temporalidad, y aquí se están viendo sus efectos porque el 40 % de los nuevos contratos ya son indefinidos. El otro gran objetivo es dar más fuerza a la negociación colectiva y le pongo un ejemplo: estamos viendo que el salario mínimo interprofesional se está convirtiendo en el salario medio y eso no puede ser. Hay que fortalecer la negociación colectiva para que los convenios recojan mayores subidas. El convenio de hostelería siempre se ha situado por encima del salario mínimo y ese debe ser el modelo.
Más empleo que nunca, pero los trabajadores cada vez más pobres.
—Tenemos que conseguir un mayor equilibrio de rentas y esa subida del convenio de hostelería es un ejemplo, pero además tenemos que conseguir un mercado laboral menos intensivo para que los trabajadores cobren su sueldo durante todo el año y no vivan de subsidios o paro, que es lo que baja la renta en cómputo anual. Esa desestacionalización debe ser el modelo turístico.