Viernes de la semana pasada en un céntrico restaurante de Palma. El servicio del mediodía transcurre con normalidad. Lo que no sabe Alberto Jareño, copropietario de La Balaguera, es que la clienta que justo acaba de entrar en su local va a salir de allí muy insatisfecha y así lo plasmará en las populares reseñas de Google. Le acusará de engañar a los clientes con botellas rellenadas y de tener graves problemas con el tratamiento del género. Es más, supuestamente va a convencer a una compañera suya que ni siquiera ha pisado el local de hacer lo mismo. La clienta se sienta sola, pide un Aperol Spritz de aperitivo que en el restaurante acompañan con ‘olives trencades', «de una marca mallorquina de toda la vida», all i oli casero y pan moreno.
De plato principal pide un plato de canelones, con paté de Felanitx, y una copa de vino mallorquín. Le sirven el vino de la casa y los ‘canelones de la abuela'. Durante la comida pide otro Aperol Spritz. El plato no se lo termina, se deja medio canelón pero lo pide para llevar. Para terminar un postre. «Se va, la cuenta es de 40 euros justos. Son los precios que tengo estipulados en la carta. A la media hora me llega una primera reseña. Yo no hubiera contestado si no llega a acusarme de cosas tan graves», asegura este hostelero palmesano.
«La reseña empieza explicando que no le gustó el pan, el all i oli ni las olivas. Vale, puede ser que no le guste un aperitivo clásico de la cocina mallorquina», relata Alberto. La crítica negativa continúa y en un primer momento la mujer se centra en relatar que las elaboraciones que ha consumido no ha sido de su agrado. «Preferiría que me lo manifestarán en persona pero están en su derecho de hacerlo en una reseña. Es comprensible. Lo que no se puede tolerar es que mientan y viertan acusaciones graves contra mi restaurante.
En la reseña termina asegurando que la botella de aceite que ofrecemos en mesa, aceite de oliva picual de Jaén, es rellenada. Yo le contesto, quizás en caliente de lo que me arrepiento, pero estaba enfadado ya que me acusa de algo que es falso y es un delito. cuenta el copropietario del restaurante. Alberto solicita una rectificación. «Le pido que corrija sus palabras y retire esa acusación. Luego han publicado que soy un acosador y eso no es verdad. Solo les pedí una rectificación porque lo que pone es totalmente falso y hace mucho daño».
Horas después llega una nueva reseña en la sección de valoraciones de Google. No es la misma clienta, pero también es muy negativa. «Lejos de rectificar, lo que me encuentro es una segunda reseña de otra mujer. Resulta vivir en Santiago de Chile y en su fotografía de perfil aparece con la clienta. En un primer momento asegura que ha venido al restaurante cuando eso no es verdad. Nunca ha estado aquí. Estoy totalmente seguro. Dice que ha venido y que los alimentos están en mal estado. Que debemos cuidar la salud alimentarios de los clientes y como tratamos el género. Han empezado una campaña contra mi restaurante», concluye Alberto. Este hostelero de Palma asegura haber solicitado a Google la retirada de estas reseñas y defiende que todos los clientes que escriben reseñas deberían estar obligados a adjuntar el tíquet para demostrar que han estado en el establecimiento y no dar paso a las conocidas como ‘reseñas fantasma'.