Las olas de calor de este verano van a tener también efectos sobre el crecimiento de la economía balear. Las Islas, al igual que buena parte de España, han permanecido buena parte del verano instaladas en temperaturas extremas y durante prolongados periodos de tiempo, lo que ha tenido un impacto sobre la productividad laboral y, consecuentemente, sobre las previsiones de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB).
Un reciente estudio de Allianz Research cifra en un punto porcentual la caída del PIB a nivel estatal por la acumulación de días excesivamente calurosos entre el 1 de mayo y el 4 de agosto. Cada día con temperaturas por encima de 32 grados podría equipararse con un día de huelga, según apunta la división de la multinacional alemana de servicios financieros.
El inevitable ascenso de las temperaturas previsto para los próximos años está espoleando la integración de políticas e inversiones en el ámbito laboral orientadas a la reducción del estrés térmico. Una adaptación a la realidad climática que fija su objetivo principal en la salvaguarda de la salud y la seguridad de los trabajadores, pero que también se debe traducir en consecuencias positivas para el desarrollo económico.
CCOO y el grupo FCC firmaron esta temporada el primer acuerdo marco para evitar los efectos perjudiciales de las temperaturas y el aumento de las olas de calor en Balears, especialmente en actividades en el exterior. Dicho acuerdo contempla medidas para minimizar el riesgo de estrés térmico o los golpes de calor: incremento de las pausas, obligatoriedad de dotar de agua a los trabajadores, además de ropa adecuada, crema solar, etc. El mismo sindicato ha estado abriendo sus sedes en Palma, Ibiza y Mahón desde mediados de julio para los trabajadores que faenan en el exterior pudieran descansar y refrigerarse.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala los sectores de la agricultura y de la construcción como los más perjudicados por la subida de las temperaturas, con un 60 % y un 19 %, respectivamente, del total de horas de trabajo perdidas por estrés térmico en 2030, aunque las repercusiones serán globales e intersectoriales, y especialmente -aunque no exclusivamente- en cuanto a actividades desarrolladas en el exterior. Ante esta tesitura, la OIT insta a gobiernos, empleadores y trabajadores a impulsar la adaptación a este nuevo escenario, para lo cual se requieren «políticas adecuadas, inversiones en tecnología y cambios de actitud» traducidas en convenios colectivos que deben ser diseñados con este problemática como un condicionante elemental.
Antoni Riera, director de la Fundació Impulsa Balears, explica que «cuando una persona firma un contrato acepta un salario y unas condiciones laborales, horarios, vacaciones, seguridad... Y la temperatura se está incorporando cada vez más como una variable clave». También, señala, en los estudios que actualmente tratan de qué manera se fijan los salarios.
Por lo que respecta a la repercusión indirecta que las olas de calor tienen no sobre los trabajadores, sino sobre la economía, Riera afirma que «con temperaturas extremas la productividad también puede caer», de manera que «si es una variable clave para los contratos laborales también debe serlo para la productividad empresarial».
Por otro lado, está también la repercusión sobre la industria turística: un estudio de la Comisión Europea sitúa a Balears como la comunidad española que más turistas perderá en verano a consecuencia del calentamiento global y el quinto de los destinos turísticos europeos más perjudicados. «A corto plazo no afecta, el problema es cuando las temperaturas extremas se prolongan durante meses», señala Riera para añadir que «por eso es tan importantes que se hagan y se trabajen políticas en este sentido».
Para Pau A. Monserrat, consejero del Consell Econòmic i Social de Balears (CES) y profesor de Economía Financiera en la UIB, el aumento de las temperaturas conlleva un aumento de los riesgos laborales, y con ello «la obligación de adaptarse». Una caída significativa del PIB a largo plazo, argumenta, solo se producirá si no se impulsa esa adaptación desde el ámbito empresarial. «Las bajadas serían más que relevantes si las empresas no hicieran nada y no llegaran a adaptarse».
La inversión en tecnologías de climatización, equipamiento para exteriores o, incluso, el avance del teletrabajo para evitar desplazamientos, son estrategias de futuro para minimizar los efectos del calentamiento global sobre la salud de los trabajadores y sobre la productividad.